Sr. Director:
Leo el artículo de Miriam Prat en Hispanidad y no me resisto a comentarlo. Nada que objetar desde el punto de vista del cliente de activo, pero no desde el cliente de pasivo (es decir, de todo el sistema, porque aquí es antes el huevo que la gallina).

 

Bancos y 'Cojas' (como nos las quieren vender) o sistema crediticio (que se decía antes), tienen la obligación empresarial de hacer una aplicación racional y diversificada de los recursos que hayan captado.

Por si (caso muy hipotético) fallaran algunas de sus aplicaciones (créditos y demás transformaciones de cantidades y plazos para financiar a los clientes de activo con los recursos captados al menudeo en pasivo) están sus recursos propios (en la proporción del 8% aproximado del total prestado).  

Cuando les han dejao sólos a los profesionales galácticos de bancos y cajas, como si fueran los de Tudela de la canción etílica, han cantao de cualquier manera (p.e. concentrando dos de cada tres euros prestados en el sector inmobiliario o jugando en los mercados de derivados creyendo que eran insiders).

Me parece que lo menos que puede ocurrirles (antes los cambiaban sin indemnizaciones ni contemplaciones parecidas) es que les pongan un escalafón de coeficientes varios  de liquidez que les obliguen a  una aplicación racional y diversificada de los recursos   que hayan captado.

Es un paso en la dirección de volver a la banca tradicional que nunca debían de haber  abandonado (sin, por lo menos, avisarlo suficientemente a los depositantes para que éstos pudieran adaptarse a la nueva situación).

Y la financiación a largo (con sus tipos remuneradores del riesgo de liquidez), se debe  organizar a través de sus propios mercados, a los que acudirán libremente los ahorradores  que quieran colocar (con transparencia informativa) sus recursos en ellos.

José Arrarte