Sr. Director:

En la segunda mitad del siglo XIX, aunque con cierto desfase respecto al resto de Europa, la revolución industrial llegó a España.

El gobierno de la época, siguiendo unos criterios geoestratégicos favoreció el asentamiento de los núcleos industriales en zonas próximas a la frontera con Francia, con Europa; en detrimento de otras regiones de España que se vieron relegadas al papel agrícola-ganadero. Con esta medida se pretendía mejorar la viabilidad económica de estas nuevas empresas al reducir de los costos de producción los gastos que las infraestructuras para el transporte de materias primas y de productos ya elaborados supondrían de estar estos núcleos industriales más distanciados de la frontera, al ser éste un País con una orografía bastante abrupta (recordemos que España es el segundo país más montañoso de Europa). Fruto de esta política surgen los núcleos industriales de Cataluña, Navarra y Euskadi, donde destacan los altos hornos de Vizcaya.

Paralelamente a la implantación de este programa geoestratégico, el gobierno impulsa unas medidas proteccionistas para favorecer el mercado interno. Así impone altos aranceles fronterizos a los productos y materias primas venidos del extranjero, a la misma vez que prohíbe el empleo de materias primas foráneas para la construcción del ferrocarril, lo que beneficia de sobremanera a la industria vizcaína de la metalurgia.

Sin duda estas medidas que dejaban fuera del progreso industrial a determinadas áreas de España, en pro de potenciar un eficiente, económicamente hablando, tejido industrial en otras áreas, de manera inteligente al orientarse ya entonces a lo que hoy se estima como uno de los principales criterios de optimización en una empresa, la reducción de los costes de producción, tuvieron unas consecuencias hoy día injustas en una España descentralizada. Estas estrategias, como digo inteligentes en una España única y solidaria, son las responsables en gran parte de las desigualdades que hoy día existen entre las regiones con tradición industrial y las que quedaron relegadas a un papel agrícola-ganadero. Sin duda el progreso económico que hoy disfruta Euskadi, Cataluña y Navarra tiene mucho que ver con su anterior incursión en el desarrollo industrial, favorecido por las políticas estatales de entonces, si lo comparamos con otras regiones que han partido con décadas de retraso en este proceso de industrialización.

Es por ello que regiones como Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha, las principales perjudicadas, pueden sentirse agraviadas históricamente en el marco de la España Autonómica, al haberse visto privadas de este mayor desarrollo en favor de otras regiones que por localización suponían mayores ventajas para esta incipiente industria española.

Hoy día, los que antaño se favorecieron de la solidaridad de las regiones de España que se vieron privadas por cuestiones estratégicas de este desarrollo, en una actitud parásita quieren desligarse de la España cuya abnegación permitió su mayor desarrollo, demostrando haber sido parásitas de España; demostrando que han engordado gracias a ésta, para ahora, cuando su obesidad es mayor que la del conjunto de España, debido a las privaciones que padecieron y aceptaron otras regiones, querer emanciparse y disfrutar como propio lo que heredaron gracias al sentido solidario de la España no descentralizada de épocas atrás.

Llegado el momento, espero que nuestros mandatarios sepan exigir el coste de este agravio histórico, para que aquel que quiera iniciar su camino por separado deje sus deudas pagadas.

Ignacio Perez Perez

miguel40@ya.com