La lógica es el fuerte del Grupo Polanco, raíz, sostén y apoyo de la democracia española. En su edición del lunes, el diario El País, apostaba por los embriones híbridos, espléndido eufemismo que significa lo mismo que los ideólogos de la extinta, y bien extinta, Unión Soviética pretendían con su proyecto Centauro : mezclar a los hombres con animales para experimentar lo que podríamos llamar sensaciones intensas. Todo sea por la investigación, queridos míos.

Es decir, que El País está propiciando la creación, no de embriones híbridos, sino de una raza híbrida, de una nueva especie animal, sin que por ello nunca se me ocurriría- se esté pensando, por ejemplo, en mezclar el semen de Janli Cebrián con el de una mangosta. Eso sería anticonstitucional. Quiero decir, que no se está pensando en Cebrián, sino en la humanidad en general. Hay seres humanos, qué quieren que les diga, que, según los progresistas, se merecerían una mezcla de sus esencias con la mosca o la víbora. Por ejemplo : los gordos, o los fumadores.

Dice el editorialista del periódico más vendido de España que este tipo de investigación abriría muchas posibilidades terapéuticas de las células madre, un argumento que, por novedoso, debe ser siempre recordado. Y, naturalmente, lo dice cuando los el equipo de investigadores de Frankenstein que produjeron la oveja Dolly quieren crear gallinas con genes humanos. Y es que estos lunáticos consideran que es la manera más sencilla de producir huevos con proteínas. Algo parecido a utilizar un coche de bomberos para llenar la bañera del alcalde.

Y como los chicos de Polanco y Polanquín siempre están pendientes del control de costes, consideran que nada más útil para estas investigaciones que seguir utilizando los embriones sobrantes de la fecundación artificial, dado que para estos embriones, observen la sutileza, la única salida realista es la destrucción. Yo diría que hay otra solución mucho más realista: la no producción.

Y miren por dónde, a los majaderos de la Dolly cuyas chuletas por nada del mundo desearía comer, y a El País se le ocurre cuando se descubre que las células madre adultas, es decir, las que no asesinan a ningún embrión humano, son las únicas que están teniendo éxitos terapéuticos, sin utilizar embriones como cobayas. Es más, los medios informativos nos cuentan los éxitos que se están obteniendo con células del cordón umbilical, que no matan a nadie, de la placenta, que no matan a nadie, o cualquier otra parte dotada con células totipotentes. La utilización de embriones en medicina ha constituido la gran estafa de las últimas décadas.

En definitiva, la locura del mercado de la muerte ha llevado a la progresía al siguiente papelón: han fomentado la muerte con la utilización de células madre embrionarias, es decir, la nueva gran matanza. No han conseguido curar nada, aunque sí pagar la vanidad de un conjunto de científicos majaderos y muchas subvenciones públicas y portadas de diarios y telediarios.

Y ahora, para ocultar su fracaso, más bien homicida, necesitan abrir una nueva etapa de salvajismo progre: el hombre híbrido, el centauro, el hombre-cornudo o el hombre escamoso o emplumado. Se me dirá -El País lo recuerda a cada línea, porque sabe que la gente puede no tiene conciencia, pero siempre tiene estómago- que estos mix se destruyen cuando se llega a cierta etapa de crecimiento. ¿Y de verdad alguien puede creer que una vez abierta la caja de las pesadillas, se van a detener en un estrado de crecimiento (ya de por sí aberrante)? Por favor, ¿y qué hay de la curiosidad humana, de las cocinitas de aquellos investigadores que se han creído el viejo seréis como dioses? Pero hay que disculparles: lo hacen por motivos terapéuticos.

Eulogio López