Sr. Director:
Un aspecto llamativo de la oleada de violencia en el mundo musulmán es la perplejidad en la que ha quedado sumido Occidente.

Se contempla a los manifestantes como fanáticos en los que cuesta reconocer a individuos de la misma especie. Son también habituales las condenas genéricas contra la religión, como si ésta fuera la culpable de todos los males.

La razón ilustrada olvida que hace sólo unas décadas ella misma engendró terribles monstruos. Históricamente, son de hecho los regímenes ateos los que mayor número de cadáveres han dejado, y los ejemplares que aún perduran no van a la zaga a los islamistas en sus prácticas represivas. Los cristianos son las principales víctimas de unos y otros, hasta el punto de que unos 150 mil son asesinados cada año por su fe.

Es un hecho a tener en cuenta para valorar el gesto que llevó a cabo Benedicto XVI en el Líbano. La Visita fue ya en sí misma un elocuente mensaje de paz, pero no por ello ha dejado el Papa de señalar algunas verdades incómodas, como la necesidad de que el Islam se abra al diálogo con la razón.

La ley natural es ese lugar en el que todos podemos encontrarnos, aunque antes es necesario abrirse al otro, y dejar a un lado muchos prejuicios. Es una advertencia dirigida a los fundamentalistas, pero también a los nuevos ilustrados de Occidente, tan empeñados en imponer sus creencias al resto.

Pedro García