Sr. Director:
Sigo con mucho interés los artículos que escribe sobre Polonia, dado que es un país en el que he pasado bastantes años de mi vida (el hecho de que mi esposa sea polaca tiene algo que ver en ello), y en el que han nacido mis hijos.

 

Tengo que decir que, aunque es cierto que la caída del muro -ya va para 20 años- ha traído consigo nuevos retos, no comparto la visión tan negativa que transmite. Tampoco el achacar una supuesta decadencia religiosa al capitalismo, aunque prefiero decir que es la libertad en su vertiente económica, que ha traído un nivel de vida digno para esta nación (puede preguntar a cualquier polaco lo divertido que era hacer horas de cola a diez grados bajo cero ante las tiendas).

Es cierto que las nuevas generaciones tienden a alejarse de la Iglesia, pero no lo es menos que en Polonia ésta no se queda con los brazos cruzados. Además de en los centros comerciales, hay que buscar en las librerías, o en las páginas de Internet dedicadas a temas religiosos (el idioma es un poco complicado, una pena), y allí se ve que Polonia es un verdadero think-tank donde constantemente se llevan a cabo lúcidos análisis de la realidad actual y se ponen en marcha iniciativas innovadoras para actuar en este nuevo escenario.

Se ven cosas como la vigilia de Pentecostés en los campos de Lednica, que congrega cada año a unos 100.000 jóvenes; o el encuentro de jóvenes europeo de Taizé que este año ha tenido lugar en Poznan (nada, "sólo" unos 30.000 de toda Europa); o la "parada Jesús" (Przystanek Jezus), que comenzó como una carpa situada en las cercanías de un festival de rock masivo en la que sacerdotes y voluntarios se dedicaban a evangelizar a los asistentes al evento; con bastante éxito, por cierto.

Por supuesto que la cosa no está nada fácil, pero es que nunca lo ha sido. Como dice el refrán polaco, "la vida no es un cuento; es una batalla". Y es ese espíritu combativo el que mantiene viva la fe a pesar de todas las dificultades, del tipo que sean. Cada año paso algunas semanas en aquel país, y por lo menos en el entorno en que me muevo, no veo para nada que haya síntomas de decadencia. Antes al contrario, siempre hay alguna novedad que sorprende positivamente. Y soy de la opinión de que precisamente de allí vendrán las nuevas ideas y las formas de actuar que permitirán que Europa recupere su identidad y se dé un resurgir del cristianismo en nuestro continente.

Alberto López Navarro