Sr. Director:
El viernes pasado, día 21 de agosto, se cumplieron 55 años del fallecimiento del político italiano Alcide De Gasperi, ex primer ministro italiano y uno de los fundadores de la actual Unión Europea.

Una persona que le conoció bien cuenta una pequeña pero significativa anécdota suya, relacionada con su hija Maria Romana, ocurrida en la época en que su padre era Presidente del Consejo de Ministros. Un día se encontró María en la necesidad de pedir a su padre el coche para realizar un encargo. La respuesta de De Gasperi a esta petición fue: No es posible; ese coche no es de tu padre, sino del presidente del Consejo de Ministros. Es una anécdota, como queda dicho, pero creo que bastante significativa.

En esta vida todos estamos de paso, pero los políticos más. Tendrían que tener una sensación fuerte de provisionalidad en el cargo, saberse servidores públicos que cumplen un encargo transitorio de interés general, y que deben usar los bienes comunes puestos a su disposición por razón del cargo con moderación y mesura, sólo cuando realizan tareas propias de su cargo. Un político, sea primer ministro o alcalde de un pueblo, no lo es las veinticuatro horas del día. Corolario de ello es que cuando no realiza tareas propias de su cargo ha de costearse de su bolsillo los gastos que todo ciudadano corriente tiene, porque él también es un ciudadano corriente, aunque transitoriamente desempeñe un cargo público. Lo contrario entraña como mínimo, además de un ilícito moral o ético, un fraude al fisco, porque en definitiva supone una suerte de retribución en especie que no se declara a efectos del IRPF.

No es de extrañar así que De Gasperi haya pasado a la Historia, junto a otros políticos como Adenauer y Shuman, mientras otros serán olvidados. Unos son estadistas. Los otros, personas que se sirven del poder que se les ha conferido transitoriamente, para eliminar barreras y perpetuarse en el poder.

Fernando Ferrín Calamita