San Francisco de Sales era un tipo muy simpático, que defendía sus ideas es decir, la ortodoxia católica- en el difícil contexto de la Ginebra reformada, en el gozne entre los siglos XVI y XVII. Un tipo que consideraba que el alma del carpintero era tan importante como la del teólogo sí, lo mismo de importante, no más- así que decidió hacer confidenciales para llegar a carpinteros y teólogos. No los hacía a través de Internet, sino de hojas volanderas, pero eso era porque Bill Gates, para bien o para mal, no había nacido aún. También fue un pionero en darse cuenta de que la verdad circula por canales estrechos y actúa en pequeños escenarios rurales. O dicho de otra forma, que una hoja volandera podía ser más verdadera y rigurosa que los grandes volúmenes. Por eso, a un tipo legal como él le dio a las hojas mientras a los ilustrados de un siglo posterior, por decir algo, les dio por hacer ladrillos a los que otorgaron el nombre de enciclopedia. O sea, verbigracia, que, como creo haber dicho antes, si viviera hoy hubiera montado un confidencial y no, por decir algo también, El País. Tercer invento del patrón de los plumíferos: sabía que tenía que escribir sencillo y complejo, pero no simple y complicado, dado que también se anticipó a los dircom norteamericanos, cuyo lema es: hay que escribir para los tontos porque los listos también lo entienden. En resumen, un gran tipo.

Como murió en 1622, no le dio tiempo a verse afectado por el pensamiento débil, que hoy calificaríamos de objetividad. El obispo de Ginebra tenía algo que decir, en concreto quería decir el Evangelio, así que le preocupaba más contar la verdad que contrastarla por varias fuentes, quizás para no hacer realidad el primer mandamiento del periodismo objetivista e imparcial de hoy en día: Siempre que alguien dice que dos más dos son cuatro, y un borrico le contradice afirmando que dos más dos son seis, surge un tercero, que en pro de la moderación y el diálogo, acaba concluyendo que dos más dos son cinco. Y es que en el punto medio no tiene por qué estar la verdad, y lo que no está jamás es la virtud. Vamos, que el de Sales tenía algo que decir.

Y felicito a todos mis colegas periodistas en la convicción de que el pobre San Francisco, de ejercer hoy el periodismo, no habría tenido ni la menor posibilidad de que le fichara Polanco. Y si Polanco no le hubiera fichado, no vamos a tener más remedio que cambiar de patrón. A fin de cuentas, los tiempos han cambiado y los patrones deben acomodarse a ellos. ¿O no?

Eulogio López