En la Casa Rosada debieron llorar de emoción al leer la portada de economía del diario El País, el más vendido de España, sobre las empresas españolas en la Argentina. Por una parte, el notición, que no es otro que un proyecto de ley por el que Kirchner pretende prohibir a las empresas prestadoras de servicios (agua, luz, teléfono, gas, etc) que corten el suministro a los morosos, condenándolas así a una quiebra segura, pasó casi inadvertido. No, lo importante era reseñar que Miguel Sebastián, asesor monclovita de Zapatero, y Miguel Ángel Moratinos, responsable de la diplomacia española, se habían entrevistado, durante su reciente viaje a Buenos Aires, como los representantes de las empresas españolas y afirmaron que las habían encontrado muy tensas, poco propicias a una gran política de diálogo con el Gobierno argentino, casi crueles con don Néstor (sí, El País es un diario español). Dos días después, Alfonso Cortina, presidente de Repsol YPF, la empresa más baqueteada por Kirchner, presentaba la dimisión.

La verdad es que las empresas españolas presentes en la zona tienen tanta confianza en Néstor Kirchner como en una víbora cornuda, pero lo malo es que empiezan a temer más que a Kirchner a su propio presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, y al embajador argentino en España, íntimo de Kirchner y conocido ex montonero, Carlos Antonio Bettini. Sus relaciones con el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, son excelente, es decir, peligrosas para las empresas españolas.

Es lo mismo: Polanco quiere comprar Radio Continental y, por qué no, Telefé, ambas propiedad de Telefónica, pero esas operaciones precisan del visto bueno del Gobierno argentino.