En la tournée que por diferentes tertulias y debates televisivos están realizando determinados personajes progres del catolicismo para llorar las desgracias que ha supuesto para la Iglesia el pontificado de Juan Pablo II todos coinciden en una: ¡qué mal que les ha ido a los empobrecidos con el Papa y qué bien al capitalismo! Pero yo me pregunt ¿por qué todos los que tienen esta opinión son ricos?

Estaría muy bien que a esos debates llevaran alguna vez a los interesados. Alguna de esas miles de personas liberadas (teología de la liberación real) del hambre, la prostitución, la esclavitud infantil, la ignorancia, las guerras y un larguísimo etcétera.

¿Qué opinarían esos empobrecidos de quien ha sostenido y alentado las 300.000 organizaciones católicas en el Tercer Mundo que contribuyen a su liberación? La respuesta parece bastante evidente e incómoda para los detractores del Papa. ¿Por qué la personal teología de la liberación de la progresía jamás plantea que los empobrecidos sean los protagonistas de su promoción integral y colectiva -lo cual sí es defendido por la Iglesia-, sin dirigentes que lo mangoneen todo?; ¿temen que los pobres piensen por sí mismos sin el dictado de los grandes teólogos de la liberación que llegan a ser ministros?

El odio a la Iglesia tan propio de la burguesía y de quienes procedían de ella (Mark, Bakunin -además fue francmasón-...) continua estando presente incluso dentro de la Iglesia, de ahí que un Papa obrero como Juan Pablo II que definía la solidaridad de manera idéntica a como la vivió el Movimiento Obrero -compartir hasta lo necesario para vivir- sea insoportable para los estómagos satisfechos que desean una religión a la medida de sus gustos. Querer honradamente una Iglesia mejor supone tomar el camino de S. Francisco de Asís o S. Juan de la Cruz, creciendo en pobreza, humildad y sacrificio, lo cual - siento comunicarles a más de uno - es el camino contrario a trepar.

Enrique Rodríguez Ruiz

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