El delirio se apodera de Caracas y Buenos Aires y provoca el cachondeo de todas las cancillerías: sería el gasoducto más largo del mundo (unos 8.000 kilómetros) a través del Amazonas y Bolivia, que es el gran productor de gas. En el mundo petrolero europeo la mofa no es aún mayor.

La vida tiene sus momentos divertidos. Por ejemplo, ahora mismo el mundo petrolero y buena parte de las cancillerías hispanoamericanas, en vísperas de la Cumbre Iberoamericana de Montevideo, se ajustan los ijares para detener la carcajada. Los mandatarios venezolano y argentino, Hugo Chávez y Néstor Kirchner, respectivamente, acaban de ratificar el gasoducto entre Venezuela los dos países. Ambos presidentes aparecen muy serios, sobre un mapa del continente americano, con pie de foto donde nos informan de que ambos analizan el trazado del tubo. La distancia entre Caracas y Buenos Aires es de 5.000 kilómetros en línea recta, pero las fuentes oficiales venezolanas y argentinas, han hablado de un tubo de 8.000 kilómetros y otras, en un alarde de generosidad, lo elevan hasta los 10.000 kilómetros. La verdad es que nadie ha hablado aún de alargar el tubo por el norte, hacia Lisboa y, desde allí, a Europa, pero todo podría suceder.

Otro aspecto extraordinariamente divertido del asunto es que se supone que el gasoducto pasará por Bolivia, un productor de gas mucho más importante que Venezuela. Curiosamente, Evo Morales hizo causa propia en la campaña electoral que le llevó al poder, de no crear un gasoducto, -o mejor, transporte de gas licuado en barco- a la costa oeste mejicana y norteamericana desde Bolivia, es decir, un mercado mucho más necesitado de gas y mucho más rentable que todo el cono sur. Se trataba de no venderles a los imperialistas yankies, a pesar de que hubiera sido, sin lugar a dudas, el mejor negocio posible para los bolivianos.

El editorial del diario La Nación analiza el gran proyecto de Chávez y su buen amigo Kirchner.