Una cosa es que un periodista haga publicidad y otra cosa es que en el mismo espacio informativo en el que actúa como periodista anuncie un producto incluso relacionado con su especialidad.

¿Se imaginan al gobernador del Banco de España compareciendo en el Parlamento para, al final, anunciar la estupenda solvencia y mejor rentabilidad de una ampliación de capital del BBVA?

Pues cuando un periodista deportivo termina su sección en un telediario pidiendo a la audiencia que consuma un yogur porque esto resulta muy positivo para recuperar las defensas perdidas con el ejercicio físico, está haciendo exactamente lo mismo.

Tradicionalmente, siempre hubo murallas chinas entre la información y la propaganda. Se suponía que la credibilidad de un informador estriba en su ecuanimidad a la hora de juzgar a partidos, empresas e intelectuales, es decir, al poder político, económico y cultural.

Esto hay que cortarlo. Y cuanto antes, mejor.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com