Quien controla el pasado, controla el futuro: quien controla el presente, controla el pasado, decía el lema del Partido en 1984, la novela con la que George Orwell diseccionó el totalitarismo. De ahí la obsesión del PSOE de nuestros días por borrar el pasado y reescribirlo; no como fue, sino como les gustaría que hubiera sido. Pero la memoria histórica no se circunscribe a los años 1936-1975. Cada vez acapara más y reinterpreta la invasión musulmana, por la que hay que compensar catorce siglos después a los moriscos, o el 11-M, por el que hay que compensar esto ya lo he dicho.

El 11-M, como el 23-F, es una de esas fechas de las que tenemos muchos datos y pocas certezas. Pero en 2010, seis años después de los atentados, nadie se atreve a negar que el ascenso al poder de Zapatero se debe al 11-M ¿Nadie? ¡No! El irreductible Pepiño Blanco insiste cuando le preguntan (y cuando no, también) en que él tenía por entonces escondida una encuesta secreta que daba al PSOE vencedor. No se atrevió a descubrir los datos hasta después de las elecciones, en uno de esos yalodecíayo a posteriori que dejan mucho que sospechar. No es extraño: alzarse con la victoria electoral gracias a casi doscientos cadáveres hiere la conciencia del más pintado. Pero el poder es el poder y una vez que se toca pelo es difícil querer arreglar los problemas en buena lid. Sin embargo, incluso en Paquistán, tras el atentado contra Benazir Buhtto, se suspendió el proceso electoral. Por el contrario, el vicesecretario general del PSOE reinventa así el pasado: Si el Gobierno Aznar hubiera gestionado bien el atentado, habría ganado unas elecciones que tenía perdidas de antemano. Esa es la verdad de la verdad. Que es algo como decir: Si Kennedy no se hubiera puesto delante de aquella bala, seguiría vivo. Todo llegará. Por supuesto, a mi ZP que no me lo toquen. Pepiño ha pretendido denunciar este martes que se ha puesto de moda demonizar la acción del presidente y se quiere borrar de un plumazo la acción transformadora de estos años de Gobierno. A saber: la igualdad entre hombres y mujeres, el reconocimiento de los derechos de los dependientes, la ley que impide la discriminación de los homosexuales (lo de matrimonio gay sólo le suena bien a Zerolo), la modernización de la economía y el hecho de que ETA esté más acorralada que nunca. El número dos del PSOE no citó el descubrimiento de la penicilina entre los méritos de Zapatero porque no se le ocurrió.

Lo dicho, Blanco (y Zapatero) tiene un complejo que no se puede quitar de encima seis años después y trata de resolverlo reescribiendo la historia. Si en su mano estuviera una de esas maquinitas de los hombres de negro para borrar la memoria de los ciudadanos, no duden que la habrían usado. Muy a su pesar, Zapatero y Blanco no son Tommy Lee Jones y Will Smith. La única maquinita es Pepiño el cínico, que pretende convertir en verdad una mentira a base de repetirla y controlar así nuestro pasado y nuestro presente para diseñar un futuro a su medida.