Para compensar: Pepiño superministro de Fomento e Industria. Ante la marcha de las encuestas, ZP se rinde a su peor enemigo: su compañero ex presidente. Pero Moncloa se resiste: Carlos Solchaga desprecia a Zeta, además de ser un hombre de PRISA, no de Mediapro. Eso sí, ningún cambio ideológico: Salarios bajos, despido libre y subvenciones a los bancos

El aniversario de la entrada en el Congreso de los Diputados del primer diputado socialista, Pablo Iglesias (un verdadero matón cuyo totalitarismo sigue oculto, 100 años después, bajo la opaca capa del mito) sirvió para que Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero se reconciliaran. Bueno, al menos para que escenificaran su reconciliación.

González, un verdadero tahúr, había soltado aquello de que rectificar es de sabios pero cambiar de opinión cada día es de necios. ZP había respondido que si me orinan digo que llueve, y asegurado que González tenía mucha, mucha, razón. Las carcajadas se oían en el todo Madrid pero las encuestas proseguían su incesante goteo a favor del PP. Se necesitaba galvanizar a la izquierda, al viejo y al nuevo socialismo y luchar contra el peor enemigo del PSOE: la abstención.

Y así, el pasado jueves, aniversario del ilustre don Pablo, ambos, ZP y González, aparecieron juntos, felices y radiantes, ante la familia socialista al completo. En primera fila, los grandes del felipismo, Javier Solana y Pérez Rubalcaba incluidos. ZP, sin asomo de sonrojo alguno, explicó que González le enviaba mensajes cortos repletos de cariño y González aseguró que la malvada derecha se les iba a lanzar a la yugular. Edificante.

En primera línea, Alfonso Guerra observaba la jugada con cara de ofidio, es decir, esto no me gusta, y dos puestos más allá, el ex todopoderoso ministro de Economía y Hacienda de Felipe González, Carlos Solchaga, observaba la jugada.

Traducido: Zapatero se ha rendido ante su peor enemigo, Felipe González, el hombre que le desprecia, y para mantenerse en Moncloa ha suplicado la reconciliación de la familia socialista, perdida hoy entre Felipismo y Zapaterismo. Si lo quieren en paralelismo mediático, entre PRISA y Mediapro-La Sexta, entre los progresistas ilustrados y los progres revienta-sistemas, dos ramas de un mismo tronco, el de los nuevos ricos: Juan Luis Cebrián y Jaume Roures.

Insisto: es muy duro para Zapatero aceptar a Solchaga, un tipo que le desprecia tanto como González y que aseguró , meses atrás, que este señor, el presidente del Gobierno, trata a sus ministros como si fueran secretarios y ni un solo ministro, ninguno de los  aludidos, salió en su defensa.

Moncloa todavía no ha aceptado la condición de González, y busca desesperadamente otro nombre que el ex presidente puede considerar válido a cambio de su apoyo para unir a la izquierda, pero ya no hay mucho donde elegir.

Y encima Solchaga es miembro del Consejo Editorial de Cinco Días, el económico de PRISA, guardián de las esencias en materia de doctrina económica, inspirador de los últimos editoriales. Mismamente, el del pasado sábado 12, en el que se asegura -las hemerotecas de El País deben haber sufrido un tsunami- que es necesario abaratar el despido en España naturalmente, no se vayan a creer, con el único objetivo de crear empleo.

Por cierto, Solchaga es todo un liberal de boquilla pero durante su estancia en el caserón de San Carlos se le escapó el déficit público, ahora epígrefe clave del termómetro económico.

Eso sí, para no perder tiempo, ZP ya ha interpuesto a Pepiño Blanco como contrapeso a Solchaga. El gallego, según las mismas fuentes socialistas, mantendría la cartera de Fomento y asumiría la de Industria, que también lo es de Turismo, Comercio y Energía, nada menos. Pepiño puede con todo. Y, de paso, vendemos la supresión de ministerios.

Ese es el planteamiento, otra cosa es que a alguien tan voluble como Zapatero se le ocurra una nueva vía de escape. Ahora bien, ¿Qué significado ideológico tiene esto? Pues ninguno. ZP ya había cambiado su política económica hacia el capitalismo más montaraz, casi vitriólico. Recuerden que la medida económica más justa de Zapatero desde 2004 consistió en subir el salario por encima del IPC, porque en España se cobra poco: ahora eso está olvidado y rige el principio de la moderación salarial y de la reducción de retribuciones para funcionarios y la congelación para pensionistas.

Apretada de cinturón con la que va a conseguir, en el mejor de los casos, 15.000 millones de reducción del déficit fiscal pero, y este es el detalle más capitalista de todos, está dispuesto a dedicar 90.000 millones de euros, seis veces más, a reflotar bancos que, por cierto, no necesitaban ser reflotados. En otras palabras, 90.000 millones de euros para controlar la banca y premiar los banqueros, especialmente a los malos banqueros. Todo ello bajo el epigrama de reforma financiera, cuando de lo que estamos hablando es de subvenciones.

¿Es necesaria la reforma laboral? Sí, aunque no tiene que hacerse a costa de los salarios sino de los impuestos laborales y, eso sí, de un despido libre, pagado, pero libre. Lo que no es necesario, en modo alguno, y es el elemento más repugnantemente capitalista de la actual política de ZP, es subvencionar a la banca.

Por tanto, la alianza con Felipe González no se hace por motivos económicos. Ambos piensan lo mismo y ambos son de derecha capitalista rabiosa, aunque sean muy progres. No, ZP busca en FG la necesaria unión de la izquierda para mantenerse en el Moncloa. Ni más ni menos. Y para eso sería capaz hasta de tragar con Solchaga. Lo que está claro es que Elena Salgado no le sirve: ni a él, ni a FG ni a España.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com