Sr. Director:

Este año se nota que hay menos iluminación navideña en las calles, que la gente lleva menos paquetes de regalos en las manos, se ven muchos comercios que han cerrado...

 

En realidad no era que la Navidad se hubiera desvirtuado y transformado en la fiesta del derroche.

Ahora la crisis, en su faceta económica, ha puesto de manifiesto que colectivamente hemos vivido unos años de obsesión consumista permanente, no solo en estas fechas de diciembre, sino ¡todo el año!

Mientras, la Navidad como celebración del nacimiento de Jesucristo, sigue su curso a través de las cambiantes circunstancias de la historia. Y no es una celebración repetida, como si se tratara de ver otra vez una película que ya hemos visto.

Es una celebración renovada, que se hace nueva cada vez que se celebra. Dice Benedicto XVI: "Viene Dios, nuestro Salvador". No es el pasado -Dios ha venido- ni el futuro, -Dios vendrá-, sino el presente: "Dios viene". Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido.

Hasta ahora en nuestra sociedad hemos consumido por encima de nuestras posibilidades. Esto es insostenible en un mundo con 7 mil millones de habitantes. A nivel ecológico conlleva una macro explotación irracional de los recursos naturales del planeta y a una contaminación insoportable.

Y lo que es más grave: el excesivo consumismo en los países desarrollados es una injusticia y una de las causas que obliga a millones de hombres y mujeres, en el llamado tercer mundo, a sobrevivir en la indigencia incompatible con su dignidad de seres humanos.

José Murillo