• Aunque, como siempre, el PP lo explica con complejos: argumenta la necesidad de "consenso", soslayando la esencia.
  • La esencia de la transición española no fue la constitución, sino la reconciliación entre españoles.
  • Pero en este caso, no sin razón, Rajoy teme que se ponga todo patas arriba. Para eso, mejor no empezar.
  • Todo patas arriba: la monarquía, la unidad de España y hasta la propia democracia representativa, con la que la acracia renovada de Podemos pretende terminar.
  • Y todo ello en mitad de un proceso de corrupción que la judicatura intenta aprovechar para copar más poder.
  • En cualquier caso, los católicos deberán perder toda esperanza en una nueva constitución. Cualquier cambio que se hiciera sería en pro de un mayor laicismo y contra la vida y la familia. 
  • Conclusión de Moncloa: tras 36 años de Constitución, si funciona no lo cambies.

Más que funcionar, la Constitución de 1978 ha servido para que no estalle la España invertebrada y la tendencia ácrata de ciertos grupo como Podemos, que saben lo que no quieren pero no saben lo que quieren y cuyos planteamientos llevan a la guerra civil.

Ahora bien, la idea lanzada por el políticamente fenecido Alfredo Pérez Rubalcaba de modificar la Carta magna para tranquilizar al nacionalismo catalán, ha sido aceptada por todos los insensatos, que son muchos en España. Pero, y esa es la noticia, el Partido Popular ha decidido que no lo hará, que prefiere que la Constitución de 1978, con sus 36 años de vida, cumpla muchos más.

El problema del PP, como siempre, consiste en que siempre se queda en el posibilismo político necesario para irritar a los menos posibles, mientras orilla la esencia de los problemas. Es la mejor manera de cabrear a los tuyos y a los otros, pero dejemos eso.

Así, el PP asegura que no es posible modificar la Constitución porque no hay consenso. En cualquier caso, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría se ha salido con la suya y ha convencido a Rajoy de que el PP debe convertirse en el garante del actual texto.

Ahora bien, Soraya nunca va al fondo: no se debe cambiar la Constitución. No por falta de consenso, el consenso se logra cediendo, sino porque la clave de la transición política española hacia la democracia parlamentaria fue la reconciliación entre los españoles que se habían enfrentado en guerra fratricida 30 años atrás. Pues bien, ese espíritu no existe hoy, ni de lejos. Por tanto, sería un error abrir la caja de Pandora. Es más, en 2014, en España, no existe tal espíritu de reconciliación sino su contrario: un guerracivilismo latente, cada vez más explícito.

En cualquier caso, los argumentos del gobierno Rajoy son otros. Y acertados, seguramente, pero siempre superficiales. Ahora mismo, un cambio constitucional podría en el disparadero a la monarquía constitucional. Eso no lo aceptaría ni doña Letizia, que cualquier día se nos afilia a Podemos. También dañaría a la unidad de España, un país donde el patriotismo pasa por horas bajas. Daría alas, también, a ese espíritu ácrata que ha sembrado Pablo Iglesias, producto del cabreo social por la crisis y por la política económica durísima de Rajoy. Por su parte, fue Zapatero quien sembró la semilla del guerracivilismo y quien resucitó el enfrentamiento entre españoles. Si mezclan esa gasolina con ese fuego tendrán la actual España incendiada.

Y si Soraya tampoco desea una nueva Constitución  es porque es muy consciente de que vivimos en pleno proceso de corrupción, exagerada pero judicializada, que la judicatura intenta aprovechar para copar más poder. Representativo fue su interpretación del vienes 5, vísperas del Día de la Constitución, sobre la decisión de la Audiencia Nacional de liberar al etarra Santi Potros. Soraya recordó que una sección de la misma sala de la Audiencia Nacional había aceptado el criterio opuesto para otro caso similar. Los jueces acusan al Gobierno de ser un peligro para la democracia pero lo cierto es que el principal peligro para la democracia española son los jueces convertidos en políticos.

Digo, que esos argumentos son sensatos pero tampoco debemos esperar los católicos españoles que un cambio constitucional solucionará las barbaridades de la Constitución del 78. Esos cambios se orientarían hacia un mayor laicismo, hacia un mayor desprecio de la Iglesia y hacia un mayor abortismo. Recuerden que la Constitución del 78, con su "todos tienen derecho a la vida" (se podía añadir: ¡Sólo faltaba que no lo tuvieran!) abrió las puertas al aborto, verdadero cáncer de la sociedad española actual.

Por tanto, Rajoy ha aceptado la tesis de Soraya. Si funciona no lo cambies. En la medida de lo posible, que la Constitución del 78 siga cumpliendo aniversarios.

A fin de cuentas, lo que a él más le preocupa es el juez Pablo Ruz.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com