Las propuestas de la patronal CEOE tampoco ayudan mucho a un contrato de trabajo más flexible.
Lo que hay que romper en España es la causalidad. El empresario no es un ser maligno que despide para hacer daño: contrata trabajadores cuando los necesita y los despide -o intenta hacerlo- cuando factura menos. Por tanto, el despido libre consiste en que, cuando bajan los ingresos, el empresario pueda despedir sin que un juez lo autorice, respaldado por la ley.
De otra forma, se producirá el efecto de los dos tipo de trabajadores: los instalados, contrato fijo, generalmente mayores de 40 años, a los que el empresario no se atreve a echar aunque no lo necesite y rindan poco y los veinteañeros, que pasan de puesto en puesto, con contrato temporal y mal pagados, a pesar de rendir mucho, enlazando contrato temporal tras contrato temporal. La rigidez laboral trata muy mal a los jóvenes que, encima no se sienten defendidos por los sindicatos entre otras cosas porque no se fían de ellos y no se afilian.
¿Qué recibirá a cambio del despido libre el trabajador? Salario dignos. Me gusta el modelo irlandés, tan criticado ahora por los capitalistas, por los capitalistas poco liberales, es decir por los llamados neoliberales. Irlanda aprovechó la etapa de bonanza para reducir impuestos laborales, flexibilizar empleo y, ojo, subir salarios.
Por tanto, ni la izquierda ni la derecha, ni la patronal ni los sindicatos, parecen bien encaminados para una definitiva reforma laboral en España, que debe conllevar la doble iniciativa: despido libre y salario digno. Es lo justo.
El resto de cuestiones resulta menor, o menos urgente, incluida la ultra actividad y terminar con la cooptación sindical, puede quedar para más adelante. Eso sí, cuando se hable de movilidad geográfica y movilidad funcional, lo justo es negarse a la primera y fomentar la segunda. Porque la primera daña a la familia. Pero eso puede venir después.
Y todo ello, por supuesto, unido a una nueva política fiscal.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com
