Sr. Director:

Con frecuencia observamos que muchos profesionales dedican un tiempo diario o semanal para perfeccionarse en su profesión, leyendo revistas especializadas o libros que traten de su trabajo.

 

Tampoco los padres pueden descuidar su tarea profesional de educar a sus hijos, que tiene una gran importancia porque consiste en formar personas.

Para ser buen padre, lo fundamental es querer a los hijos. Esto se da por supuesto, pero hay que querer que sean mejores, que crezcan como personas. Así como la mejora de los hijos no termina nuca, así también la ayuda de los padres es para siempre. Incluso cuando los hijos son mayores y se emancipan, suelen pedir a los padres consejos y entonces suelen ser más receptivos que en épocas anteriores.

Ser buen padre no es fácil, por varias razones: porque los hijos son distintos entre sí y además cambian según las edades; porque son libres y pueden rechazar el bien que se les propone, ya que cuesta armonizar la autoridad de los padres con la libertad y autonomía de los hijos: porque la influencia del ambiente se opone al tipo de educación que pretender dar los padres y choca con las normas de la familia.

Para superar esas dificultades, los padres han de contar con tres apoyos importantes: el sentido común, la experiencia de ser padres y la gracia de estado (que poseen los padres cristianos). Pero además, los padres necesitan otras ayudas para ejercer su profesión de padres. Estas ayudas pueden ser los cursos de orientación familiar, las escuelas de padres que están organizadas en la mayoría de los colegios e institutos y actualmente pueden encontrar en Internet gran cantidad de artículos sobre educación familiar.

Para mejorar en la profesionalidad de ser padres hace falta dedicar tiempo a formarse y estar con la mujer y los hijos. Con alguna frecuencia esto no se consigue porque el trabajo profesional se convierte en activismo o profesionalitis, dedicando mucho tiempo a este aspecto de la vida y descuidando gravemente otros aspectos como la dedicación a la familia y la propia formación.

Una parte del tiempo de la propia formación se puede encontrar en el tiempo libre. Se trata de robárselo a ocupaciones menos necesarias, como, por ejemplo, la televisión.

Arturo Ramo García