Sr. Director:
El mapa mundial nos aparece a través de la Historia como un caleidoscopio en que las figuras se mudan y trastocan por asonadas, alzamientos, conquistas, revoluciones  y otros eventos que perfilan los contornos de las naciones, modificando sus dimensiones y fronteras.

 

Personajes  como Julio César, El Cid, Carlomagno, Fernando e Isabel, Catalina la Grande,  Bolívar, Iturbide y Cavour han erigido y unificado a las naciones.  Otros como Atila, Napoleón o Hitler las han desolado y disgregado.

Pero lo que intriga más son los movimientos separatistas de aquellos que reniegan de su patria para hacer de su provincia una nación aparte.

Hemos observado esos fenómenos en el pasado de EEUU muy notoriamente y en nuestro tiempo, en Rusia y España notablemente.

En el caso de España, no logro comprender como algunos catalanes puedan llegar a la enajenación de no sentirse españoles y orgullosos de su patria grande.

Una cosa es que se puedan sentir a disgusto -como gran parte de los españoles- con el socialismo iconoclasta de Rodríguez Zapatero o con una monarquía de papel que no sirve para nada y otra muy distinta que se sientan ajenos a la tradición y a la grandeza de su patria española.

No sé si es cierto complejo de rivalidad o celo de su lengua o la grandeza y hermosura de su capital Barcelona o alguna clase de pasión insana que los impulse al separatismo.

Los más grandes catalanes como Albéniz, Granados, Casals, Dalí o Gaudí se sentirían profundamente avergonzados de la postura antipatriótica de estas personas y grupos.

Entran en esto intereses inconfesables de mentes corrompidas que envenenan el alma de multitudes ignorantes y estólidas con falsas hipérboles de grandezas particulares.

En México, gracias a Dios, sólo hubo chistes sobre los yucatecos deseando una hermana república de Yucatán, pues en mi patria, aunque muy distanciados por razones políticas e ideológicas, todos nos sentimos hijos de una misma nación, bajo la misma bandera y el mismo himno y la misma águila cobijándonos con sus cálidas y poderosas alas...

Por ello no concibo como un español, sea de Galicia, Andalucía, Asturias, Aragón o Cataluña no se estremezca ante los colores dorado-naranja y el escudo de su bandera,  ante las notas vibrantes de la Marcha Real, ante las obras del Greco, Goya o Velázquez, ante la Cibeles o la Sagrada Familia, o ante las páginas de oro de todo un siglo de grandezas...un siglo que no termina ni terminará nunca...

Alberto Sáenz Enríquez