PRISA está dispuesta a convertirle, a  pesar de su edad, en el sustituto de ZP para 2012. Felipe González, en fase depresiva, asegura que Solana necesita un joven a su lado. El ex secretario general de la OTAN mantendría el laicismo del zapaterismo pero no su pacifismo tercermundista ni su política de subvenciones. Washington apoya el cambio

El brillante, y malvado, historiador Paul Johnson, aseguraba en una de sus biografías que León Tolstoi se creía el hermano pequeño de Dios, aunque nunca renunció a la primogenitura. Del consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, y de su acólito, Miguel Ángel Aguilar, podría decirse algo parecido. Ahora mismo, están enfrascados en la tarea de echar a ZP y que el candidato socialista a las elecciones generales de 2012, vía elecciones primarias, sea Javier Solana. Hablamos del divertido juego de quitar y poner presidentes.

Es lógico, ZP no se va ni a golpes, lo diga quien lo diga. Pero tras llegar a la cumbre gracias a unas primarias frente a José Bono, y acabar de propiciar otras para imponer a Trinidad Jiménez en Madrid, no podría negarse a enfrentarse a Javier Solana en otras primarias por la candidatura socialista. Además, su desastrosa gestión de Gobierno ya sólo puede ser ocultada por personajes de la altura cínica de Fernández de la Vega, y eso, sin especial entusiasmo.

¿Cuál es el origen de esta guerra civil en el PSOE? Hace mucho tiempo que los felipistas están convencidos de que Zapatero es un infatuado y arrogante, lo que traducido al román paladino, significa que es un ignorante apegado al poder, y que sólo saldrá de La Moncloa insisto- por la fuerza. No por la fuerza bruta, pero si a la fuerza. O sea, que los felipistas piensan lo mismo que la mayoría de los españoles.

El problema de Zapatero para el PSOE no lo sitúa la vieja guardia en el pasado, sino en el futuro. Es decir, en cómo va a dejar España y, pasando de lo mayor a lo menor, en cómo va a dejar el PSOE cuando pierda lo único que le queda: el poder. En la familia socialista pesa mucho el libro de José García Abad, El Maquiavelo de León, que ha descrito como nadie, de ahí su éxito, la curiosa mezcla de ignorancia, soberbia y rencor, que anidan en ZP.

Ahora bien, cuando hablamos de Felipismo, hablamos, sobre todo, de Felipe González, que se siente, desde su retiro, como el guardián de las esencias del partido. González siempre ha despreciado a Zapatero y lleva un lustro buscándole un sustituto: Patxi López, Carme Chacón, Joaquín Almunia, José Bono, Carlos Solchaga y siga usted contando.

El problema de Felipe González es que, periódicamente, cede a la melancolía y a la depresión, y se ha cansado de buscar. Pero ha habido alguien que se ha preocupado de recoger el testigo: el consejero delegado del Grupo PRISA; Juan Luis Cebrián, quien utiliza  un personaje adicto a las conspiraciones: Miguel Ángel Aguilar.

El cambio que propugna Cebrián -respecto a las conspiraciones felipistas pretéritas- viene marcado por el fracaso de éstas: cada vez que González proponía una alternativa lo hacía pensando en la rendición de ZP, verbigracia, ante su fracaso económico, su descrédito en política internacional, etc.  

Lo que González no ponderaba es que a Zapatero lo único que le importa en esta vida es permanecer en Moncloa el mayor tiempo posible: jamás cederá el sillón. 

Sólo que ZP no estaba por la labor: pretende perpetuarse en Moncloa y dispone para ello del BOE, del presupuesto público y del arma más importante: el nombramiento de cargos a los que no se exige competencia sino simple y llanamente lealtad canina al líder.

Por eso, Cebrián enemigo jurado de Zapatero, que ha pretendido sustituirle por Mediapro-La Sexta y a quien desprecia aún más que González, pretende ahora que Javier Solana, que acaba de dar por cerrada su fulgurante carrera política internacional, no pida permiso a ZP para sustituirle, sino que le dispute la candidatura socialista a las generales de 2012 en unas primarias. A eso no se puede negar.

Solana, que siempre ha sido, junto al propio González, el político favorito del grupo PRISA, contaría, además, con el apoyo de Washington. Todavía se escuchan risas maliciosas en los mentideros madrileños, en plena canícula, sobre los vigorosos intentos de Miguel Ángel Aguilar, para contactar con Lady Marshall, aprovechando la fugaz y relamida presencia de Michelle Obama en Marbella, con el objetivo de obtener el visto bueno del Imperio para la operación Solana.

El argumento es el más lógico: todo el orbe occidental considera que el presidente del Gobierno español no es útil ni como convidado de piedra: ya no le toma en serio ni Mohamed VI.

Lo cierto es que la Administración norteamericana mantiene unos valores fijos, de Presidencia en Presidencia. Los pilares básicos de las políticas exterior y de defensa norteamericanas no cambian con cada nuevo usufructuario del despacho oval.

Dicho de otra forma, tanto republicanos como demócratas tienen a Javier Solana en buen concepto: gustosos apoyarían el cambio.

¿Cuál es el problema? Aparte de la depresión de Felipe González. La barrera más importante es la edad. En 2012, Solana contará con 70 años de edad. Es cierto que las primarias deberían realizarse a finales de 2010 pero aún así

Por el momento, es la alternativa más clara a un ZP empeñado en quemar a cualquier candidato con cargo en España. Así quemó a Bono, filtrando a un medio informativo de derechas sus andanzas financieras.

En cualquier caso, imaginemos que El plan de Cebrián, con la invaluable exactamente eso- ayuda de Aguilar. ¿Cuál sería el cuerpo ideológico del solanismo para enfrentarse al zapaterismo? Desde luego, Solana no retrocedería un ápice el laicismo de Zapatero. Quizás sería menos vulgar, pero no menos cruel. De todas formas,  la vieja guardia socialista que llegó al poder en 1982, el más anticlerical era don Javier. Feministas, gays guerracivilistas y comecuras pueden estar tranquilos.

Sin embargo, Solana sí marcaría distancias con el zapaterismo en dos puntos: rechazo del pacifismo tercermundista y de la compra de votos con subvenciones, que constituyen la esencia del zapaterismo. Solana es un progre capitalista, que entiende más de mercados financieros que de empresas y para quien los sindicatos constituyen unos señores que no han comprendido la clave del siglo XXI, es decir, que no han comprendido que el mundo camina hacia una plutocracia.

Solana es un entusiasta promotor de la Trilateral y del nuevo orden mundial (antigua masonería internacional, si lo prefieren), un progre abortista al que no le tembló el pulso para coordinar las misiones militares de la alianza atlántica, siempre a las órdenes del Pentágono, donde cuenta con verdaderos admiradores. Insisto, tanto entre republicanos como demócratas. Lo suyo es la política de altura: el guerracivilismo se le queda anticuado.

Lo que está claro es que Javier Solana puede ser un tipo peligroso pero no el insensato aprendiz de brujo que tenemos por presidente del Gobierno.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com