La Ley de Seguridad Alimentaria declara que los centros docentes son zonas libres para la publicidad de productos alimenticios aunque puedan generar obesidad en los niños.

 

Fuera del ámbito escolar, la ruta optada para la publicidad de este tipo de productos es la autorregulación, con el objetivo de establecer reglas de conducta que sistematicen la publicidad de alimentos y néctares refrescantes destinados a chavales menores de quince años. Esta ley trata de combatir la obesidad infantil.

Por otra parte, prohibirá la venta de las viandas y refrescos que no acaten algunos perfiles nutricionales en colegios, institutos y escuelas infantiles como los pastelillos azucarados, bebidas, bombones o gratinados, todos ellos considerados como dañinos.

Las cifras son alarmantes en los menores de 18 años, donde la tasa de gordura comprende el 30% de la población infantil.

Las instituciones escolares deberán facilitar a las familias la programación de los menús, con una explicación pormenorizada. La medida exige también que las minutas deberán ser revisadas por expertos prestigiosos en el mundo de la dietética.

La Agencia de Seguridad Alimentaria y Nutrición está preparando un análisis sobre la gordura infantil en el que colaboran cerca de 7.500 chiquillos  entre los 6 y los 10 años. Se evalúa que estaremos por encima del 30% de la obesidad infantil.

Más allá de nuestras fronteras, el rostro más afligido de la obesidad infantil la personifica la criatura Lu Zhihao, un niño chino, que con sólo 4 años y poco más de un metro de altura pesa unos de 62 kilos.

Los facultativos no han sido capaces de establecer el origen de una obesidad mórbida tan precoz. En China perduran alrededor de 12 millones de críos obesos.

En contra de la obesidad y en el último informe que sobre el hambre en el Universo realiza la FAO bajo el título: se afirma que "comer es un derecho fundamental de la Humanidad. El hambre es una afrenta a la dignidad humana".

Clemente Ferrer

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