Sr. Director:
El motivo se lo inventaron los fariseos, publicamos, ancianos, sacerdotes y demás autoridades porque Cristo con su doctrina arrastraba a las multitudes y ponía en peligro sus medios de vida, sus preeminencias y quedaban en nada con su religión vacía de contenido. 

A los sacerdotes pertenecían los animales que se vendían en el templo y los cambistas de dinero, materia  intocable… ¡El dinero es el dinero!

Cuando se odia, no se razona. Se embiste, hiere, mata, destruye, incendia,… pero no se razona ni hay diálogo posible. ¿Qué diálogo es posible entre Dios y Belial Nos dice San Pablo en 2 Cor 6, 14-18: No  os unáis en yunta desigual con los infieles; ¿qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas ¿Qué entendimiento puede haber entre Cristo y Belial, ¿o qué unión entre el creyente y el que no cree ¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos...".

No hay posibilidad de diálogo entre el amor y el odio.  ¿Qué diálogo es posible entre el catolicismo y el comunismo, o el islamismo, o incluso con el protestantismo y, menos aún con las 37.000 sectas existentes en los E.U., con la Masonería o con la Ideología de Género Dialogar no servirá más que para dar cancha, motivos, argumentos y pseudorazones a los enemigos de Cristo.

Los progres, ateos radicales odian a todo. Odian al capitalismo creador de riquezas, a las personas cultas, a la buena enseñanza, a la propiedad privada, a la libertad, a la libre empresa -Muro de Berlín, Cuba, Corea del Norte,…- a las religiones,  odian a España, a su historia, su cultura, su religión. Quieren destruirla, arrasarla totalmente y levantar sobre las ruinas el prometido paraíso marxista en la tierra, el paraíso de una igualdad trasnochada que nunca ha existido ni existirá porque va contranatura.

Miremos a donde miremos todo es desigual. La igualdad de repartir lo que ganan los inteligentes y bien formados entre todos a partes iguales, incluyendo a  los que no dan golpe, es lo típico de ciertas izquierdas, que no han aprendido de la experiencia.

Alejo Fernández Pérez