Tertulia entre un italiano sabio en política el 90% de ellos-, un argentino afincado en Brasil y servidor de ustedes. El italiano nos asegura, con esa mesura propia de nuestros vecinos del Este, que no hay gran diferencia entre Mussolini y Berlusconi. Éste también gobierna pensando en sus negocios privados. Una exageración sin duda, porque el fascismo no puede equipararse a la plutocracia. Al fascista le preocupa el dinero para obtener el poder, el plutócrata quiere tentar el poder para enriquecerse. Y no olviden que el enemigo del plutócrata no es el socialismo sino el cristianismo, la única ideología que cree en la propiedad privada. De ahí viene el peligro para Occidente: la propiedad privada está en cuestión y de ese cuestionamiento se derivan demasiados males. Por ejemplo, en algo coinciden fascismo y plutocracia, o gobierno del dinero: ambos sienten un irrefrenable desprecio por el débil.

En cualquier caso, nuestro amigo italiano, generoso, nos ofrece a Berlusconi para España. Le contesto que no, que ya le tenemos en versión Tele 5 y con eso tenemos más que suficiente.

Nuestro amigo argentino acude presuroso a ofrecernos a los Kirchner, dos por el precio de uno, asegura, pero no acepta un trueque por Zapatero.

Sin embargo, aporta una revelación inesperada. Asegura que la figura de Lula da Silva es un mito. Una cosa es lo que dicen los medios brasileños y aún más los extranjeros- y otra lo que piensa el pueblo brasileño, bastante más riguroso con el mandatario estrella del mundo iberoamericano.

Al final, llegamos a la conclusión que  medio mundo el otro medio vive bajo la tiranía o sea que lo mismo da qué piense de sus mandatarios- está cabreado con sus gobiernos, no confían en ellos y desea cordialmente que les parta un rayo. Y no por la esperanza de que vuelva la oposición. La desconfianza en la clase política no hace acepción de ideologías: sencillamente los políticos no merecen la menor credibilidad ni el menor afecto, razón por la que la abstención crece sin que nadie parezca capaz de embridarla. En todo Occidente, cada cual busca su propia supervivencia, que ya es bastante.

Por su parte, la clase política, suponiendo que se entere del problema, vive en una burbuja sin que lo sepan. La hartura de los políticos alcanza cotas nunca vistas pero ellos no lo saben y, si lo saben, les importa un pimiento.

El consumo de medios tradicionales cae en picado. La prensa está en quiebra, la radio sobrevive y la televisión se embadurna de heces. La gente se informa por Internet en una comunicación no profesionalizada mucho más sincera aunque menos rigurosa que los multimedia, que continúan detentando el poder pero han perdido el favor popular.

Lo lógico sería que alguien enarbolara la bandera de la regeneración. No se trata de cambiar el sistema, porque la democracia es el sistema que mejor resguarda los derechos humanos y las libertades que es de lo que se trata. Se trata de renovarlo, reduciendo el poder del Estado y de las grandes corporaciones empresariales para devolverlo al individuo, las familias y las pymes. Un trasvase de poder desde lo grande sea público o privado- hacia lo pequeño.

Una regeneración del sistema exige una panoplia de medidas políticas y económicas:

1. La primera, la limitación de mandatos. A más poder responsabilidad, como les gusta decir a los políticos- limitaciones más ajustadas. Los presidentes del Gobierno, los ministros, los diputados y senadores, los presidentes regionales, los alcaldes, el poder judicial. Limitación de mandatos. Dos a lo sumo, ocho años son hasta demasiados.

2. Recuperar la vocación política. El que se dedique a la política debe ganar poco y si quiere ganar más que no se dedique al foro.

3. Listas abiertas. Pero, más importante,

La ruptura de la disciplina de voto, verdadero cáncer de la política en muchos países, por ejemplo, España.

4.Hay que buscar una reducción paulatina de impuestos y de prestaciones públicas, así como una diferenciación clara entre la fiscalidad que grava la economía real y la que sanciona las transacciones financieras, entre los impuestos que gravan a la gran empresa y los que gravan a las pequeñas.

5. Respeto a la vida desde la concepción a la muerte natural. Un gobernante debe ser, antes que nada, un modelo para los gobernados. Si permite la matanza de inocentes nadie creerá en su sinceridad, tampoco los partidarios de la matanza.

6. Protección de la familia, la célula de resistencia la opresión, el único lugar donde se valora a la gente por lo que es no por lo que aporta.

7. Las libertades de expresión y de prensa deben contar con libertad de iniciativa, es decir, terminar con el actual sistema concesional, que ha creado los actuales oligopolios informativos, instrumento clave en la esclavitud de las personas.

8. Cheque escolar. Sólo otorgando el poder a los padres puede hablarse de libertad educativa.

Además, no olviden que la regeneración es urgente. Podemos hacerla nosotros o lo hará la crisis. Pero entonces será quirúrgica, más dolorosa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com