Montilla convocó el martes 15 al lobby periodístico para afirmar que el Gobierno no pretende cambiar presidentes. Mientras, el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, exige a los anunciantes que asfixien económicamente a la prensa independiente de Internet. Al mismo tiempo, estalla la guerra entre los Señores de la Prensa y el Gobierno por la apertura de Canal Plus.  

Ya en la oposición, el tímido Rodríguez Zapatero, a quien Alfonso Guerra bautizó Bambi, tenía diseñado su plan de acción, que consistía en algo tan simple como esto : acabar con la oposición política, con la económica, con la mediática y con la judicial, algo que, según Pepiño Blanco, supondría mantenerse en el poder durante más tiempo que Felipe González. Con la oposición política terminó gracias al 11-M, que llevó a una inesperada victoria socialista el 14-M. A partir de ahí, la única estrategia de Zapatero consiste en aislar al Partido Popular. Las admoniciones regias y las de Felipe González han servido para que Zapatero reacciones y frene a los nacionalismos más radicales, más que nada porque el votante socialista de Andalucía o Canarias se iba a volver contra ellos, pero no ha variado la línea maestra de su actuación política: pactar con cualquiera menos con el Partido Popular.

Nueve meses en La Moncloa no han cambiado la opinión de Zapatero, que sigue alentando el anti-aznarismo. Como dicen en Hispanoamérica, democracia es que la oposición ataque al Gobierno. Dictadura es que el Gobierno ataque a la oposición.

Con la oposición judicial, Zapatero está a punto de acabar. La reforma de los mecanismos de nombramientos judiciales y la conquista del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cuyos informes se han desautorizado, han servido para domesticar a un colectivo ya bastante infiltrado.

Sin embargo, en materia empresarial, Zapatero ha pinchado en hueso. Se consiguieron victorias en empresas dependientes del sector público, como Red Eléctrica o Hispasat, pero en la pugna con lo que en el PSOE llaman la biutiblú, o presidentes de empresas privatizadas, la verdad es que los fracasos superan a los éxitos. Se consiguió descabalgar a Alfonso Cortina de Repsol YPF, pero Francisco González continúa en la Presidencia del BBVA, Manuel Pizarro en la de Endesa, César Alierta en Telefónica y Pablo Isla en Altadis.

El pasado lunes 14, Rodríguez Zapatero se plantaba ante Luis del Olmo para afirmar, sin ruborizarse, que el Gobierno no interviene en la lucha por el poder en las empresas privatizadas. Las carcajadas se oyeron en todo el país, y, como afirma un espectador de primera fila, ningún Gobierno puede permitir que su presidente pierda credibilidad.

Así que, el responsable de Industria, eje socialista entre Madrid y Barcelona, José Montilla, decidió convocar a los periodistas del lobby, es decir, a los redactores de los diarios de información general y económico de Madrid y Barcelona, para cenar en el Ministerio de Industria (Paseo de la Castellana). Curioso que una persona tan muda como Montilla, que trata de no dar ni los buenos días a la prensa para no comprometerse, convoque a una cena y al día siguiente acuda a los micrófonos de Radio Nacional.

Se trataba de lanzar un mensaje de tranquilidad y, si ello es posible en Montilla, entonar un mea culpa, algo parecido a esto : si alguien ha interpretado que el Gobierno interviene en la vida interna de las empresas, que sepa que no, que el Gobierno Zapatero no interviene, regula. Esa misma tarde, Sacyr abandonaba la pelea con BBVA, y la proyectada fusión Repsol, Endesa y Gas Natural encontraba dificultades técnicas que no se habían previsto. En definitiva, había que cambiar de imagen. No se renuncia a nada (Zapatero y Montilla nunca renuncian a nada), pero había que dilatar el proceso y tomárselo con más calma.

Pero el repliegue, que no el abandono de la lucha, llega tarde. La desfachatez ha alcanzado tales niveles que el Gobierno ha conseguido unir voluntades que hace bien poco estaban bastante dispersas. Por ejemplo, la defensa que el presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, hizo del presidente de Endesa, Manuel Pizarro, es algo que nadie esperaba, y menos que nadie el Gobierno. Blesa es amigo de Aznar y Caja Madrid posee el 5% de Endesa, tanto como La Caixa. Ahora, FG, Blesa, Pizarro, y a poco que se descuide Alierta, formarán un frente común contra el Gobierno.

Un detalle: la campaña de Navidad, desarrollada en Internet, contra el cava catalán, por parte de elementos de la derecha, también se extendió a La Caixa. Pues bien, Miguel Blesa dio órdenes a su red de que defendieran la entidad de una institución como La Caixa ante sus clientes. Tanto es así que incluso Ricardo Fornesa llamó a Miguel Blesa para agradecerle el gesto de competidor leal. La Caixa no tiene culpa, pero el hecho es que ahora Blesa cierra filas con Pizarro para evitar que la entidad catalana entre en el Consejo de la primera eléctrica española. Dicho de otra forma, el intervencionismo del Gobierno ha llegado a tales cotas que ni los banqueros dudan en enfrentarse al Ejecutivo.    

En el entretanto, el Gobierno Zapatero se dedica a sangrar a esas mismas empresas, a cuyos presidentes pretende cambiar. Por ejemplo, el todopoderoso secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, que amenaza con arrebatarle a Pérez Rubalcaba el título de Rasputín del Zapaterismo, se ha dirigido a las grandes empresas para exigirles el apoyo al Sí en la campaña del referéndum del próximo domingo 20. Y para ese apoyo les ha pedido elevadas sumas de dinero a empresas como BBVA, Telefónica y SCH, cifras que comenzaron siendo de 300.000 euros per cápita, para negociar a partir de esa cifra.

Pocas horas después de la doctrinal cena en el Ministerio de Industria, en la mañana del miércoles 16, Montilla acudía a Radio Nacional para explicar que conceder un canal en abierto a Jesús Polanco, que ya posee el monopolio de la TV de pago en España y la mayor red de televisión local, representa un incremento del pluralismo. La verdad es que el control del mundo mediático se le puede escapar aquí a Zapatero. El favoritismo frente a Polanco enfada a Pedro J. Ramírez, a Recoletos, a Vocento, a Zeta, a La Vanguardia... y a los dos canales ya existentes: Tele 5 y A-3 TV. Encima, intentó tramitarla por el procedimiento de urgencia, porque, en pocas palabras, todo se ha hecho con la mayor desfachatez.

En último extremo, Zapatero considera que con los medios oficiales y el Grupo Prisa-Sogecable se puede afrontar cualquier tipo de propaganda.

No obstante, Barroso considera que con los medios instalados, los grandes grupos editoriales, siempre se puede pactar. Son, más o menos controlables, congraciables o, al menos, se les puede satisfacer con otro tipo de compensaciones. Pero con quien Barroso tiene verdadera obsesión es con la prensa independiente de Internet, con los llamados confidenciales. El mismo secretario de Estado se ha dirigido a los mayores anunciantes del país para exigirles que retiren sus banners de la prensa naciente. Barroso siempre emplea la misma frase: El presidente considera que.... Pero el objetivo no es otro que presionar a los anunciantes para que retiren su publicidad y, de esta forma, obligar a la prensa internetera a cerrar. Ya ha obtenido más de un éxito pero la batalla no ha hecho más que empezar.
 
Además, Barroso sabe que cuenta con el apoyo entusiasta de los grandes multimedia (y especialmente, del diario El Mundo), porque esos grandes multimedia han fracaso en la Red. O para ser más exactos, aun cuando hayan triunfado económicamente, se han convertido en agencias de última hora incapaces de influir. Los confidenciales, por el contrario, influyen, y por su propia menudencia son incontrolables. Además, como repite Barroso, los confidenciales siguen las pautas del nuevo periodismo, que explica los acontecimientos aún a riesgo de mezclar información y opinión. Esa es la clave de su influencia y eso es lo que Moncloa no perdona.