Un proceso con demasiadas incógnitas: ¿Por qué pagar el 35% de impuesto de sociedades en lugar del 25%? ¿Qué porcentaje del capital se quedaría la fundación? ¿Y si los mutualistas quieren su dinero en metálico? ¿Acciones gratuitas; para quién? Y lo más importante: ¿Por qué cambiar? La conversión en sociedad anónima de Mapfre presagia lo mismo para la Corporación Caja Madrid, incluso una posible fusión entre ambas. José Manuel Martínez afianza su posición, pero no modifica el negocio, centrado en una red de agentes excesivamente onerosa.

Cae uno de los grandes mitos de la empresa española. El Sistema Mapfre es una definición sin base jurídica, cuya cabeza es una mutualidad, de la que cuelga una corporación que cotiza en bolsa y un montón de negocios de seguros: vida, automóvil, etc. Hablamos de una red de 4.600 oficinas y 50.000 agentes repartidos por toda España e Hispanoamérica. Mapfre es la primera aseguradora española, creada por el mítico Ignacio de Larramendi, un personaje que decidió convertir una maltrecha red de seguros agrarios en un negocio de seguros de referencia, con muchas ramificaciones (Ver organigrama).

Además, Mapfre mantiene un importante acuerdo con Caja Madrid, por el que la entidad financiera vende sus productos financieros en la red de oficinas Mapfre al tiempo que los seguros de Mapfre se colocan en la red de Caja Madrid.

El líder de Mapfre, José Manuel Martínez, ha provocado un cambio histórico en una organización que llevaba funcionando igual desde hacía 70 años: la mutualidad se convierte en una fundación-Sociedad Anónima, un sistema sobre el que se plantean muchas sospechas de que no es sino un paso intermedio para la conversión definitiva en SA. No en vano, la ley italiana de cajas de ahorros planteaba un proceso similar y en pocos años todas las cajas de aquel país se convirtieron en bancos. Y lo hace ahora, cuando Martínez había conseguido librarse de todos sus pares, sucesores directos de Larramendi, bien por jubilación,  bien por marginación: Julio Castelo, Santiago Gayarre, Sebastián Homet y Rafael Galarraga han desaparecido, sustituidos por un grupo de directivos jóvenes totalmente fieles a Martínez.

En cuanto al negocio, los problemas de Mapfre son dos: una red espléndida de oficinas y agentes, sólo que muy bien pagada. Las comisiones de sus filiales son altas, lo que acredita su fidelidad pero perjudica la liquidez de la Corporación. El otro problema es Iberoamérica, donde las pérdidas han sido y continúan siendo cuantiosas, aunque esto les ha ya sucedido a otras muchas empresas españolas.

Por tanto, la conversión en sociedad anónima y la apelación al mercado puede suponer una inyección de liquidez. Ahora bien, la operación suscita muchas preguntas al dejar de ser mutualidad, el coste fiscal se eleva 10 puntos. En el anuncio a los trabajadores no se habla de valoraciones, pero la clave está en qué porcentaje de la nueva sociedad va a quedar en manos de la fundación. Recordemos que aquí no estamos hablando de la Fundación Barrié de la Maza, que no deja de ser la obra de una familia, ni tampoco de la Fundación Ramón Areces, bastante similar. Aquí no hablamos de un clan, sino de una megaempresa que pasa de mutualidad a fundación o de mutualidad a sociedad anónima.

En segundo lugar, Mapfre entra en el mundo de las opas en un sector como el de las aseguradoras, dominado por las grandes absorciones. Cada vez menos agentes controlan más empresas. Mapfre, por su posición en Iberoamérica y su estupenda red en España aunque cara, no deja de resultar muy atractiva para las grandes del sector.

Además, los rumores dicen que Caja Madrid podía convertir en una sociedad anónima su Corporación, e incluso (¿por qué no?), fusionarse con Mapfre. De hecho, ya hubo una fusión de negocio en el acuerdo Caja Madrid-Mapfre en 1998.

En resumen, demasiadas incógnitas sobre el futuro de una compañía sólida. Con un líder indiscutible, una red espléndida, una empresa líder la pregunta es: si funcionaba bien, ¿para qué cambiar?