Sigue los pasos de Sarah Palin y hace caso, por vez primera, a su asesor, Paul Volcker

 

El presidente norteamericano Barack Obama siempre ha ayudado a Wall Street con la mano derecha -la que reparte el dinero público a los brokers- mientras con la izquierda golpeaba a los especuladores que habían provocado la crisis de 2007.

Ya en campaña electoral, Obama no se atrevió a enfrentarse a la banca y apoyó con entusiasmo -en cuanto llegó al poder multiplicó las cifras- los planes de salvamento público de los grandes intermediarios. Es más, la única medida idónea de aquel malhadado comienzo de la crisis fue permitir el cierre de Lehman Brothers. Si Obama quería enfrentarse a esos tipos, no debió salvar a AIG, las Mac, Citi, BoA, Morgan Chase, Merrill Lynch, etc. Debió dejarles quebrar.

Es más, llegado a la Casa Blanca el presidente se olvidó de la palabra clave -especulación- e hizo caso omiso de las recomendaciones de su principal asesor económico, Paul Volcker, quien se queja de ello en una reciente entrevista, que comentamos en esta misma edición. No contento con ello, el viraje de Obama habla de hacer los bancos más pequeños. Ya saben: lo pequeño es hermoso. Además, Obama, caído del guindo con cierto retraso, asegura que prohibirá las inversiones en productos de alto riesgo, lo que los ingleses bautizaron de esta elegante forma: Actividades bancarias socialmente inútiles.

Pero el viraje -si se demuestra real y no mera propaganda- es aún más profundo. El único candidato que reaccionó con cabeza frente a la crisis, durante la campaña electoral norteamericana, fue Sarah Palin. Nada más producirse los primeros sustos subprime la entonces gobernadora de Alaska aseguró: Los norteamericanos tenemos que levantarnos cada día dispuestos a pelear porque no nos chantajeen con nuestros ahorros. Esa es la clave. Wall Street no tiene fuerza porque compre a los políticos. En la sociedad moderna, los sobornos son más complejos. La mayoría de las veces no se soborna a una política sino a toda una sociedad. En otras palabras: son los grandes bancos los que rentabilizan -o provocan pérdidas de patrimonio- el ahorro de la ciudadanía, en Estados Unidos, sobre todo, el ahorro privado para la pensión de jubilación. Dejarlos caer sería perjudicar, no sólo a los intermediarios, sino a toda la ciudadanía. Y eso, un político no se atreve a hacerlo. Obama, por ejemplo, no se atrevió. Ahora, por contra, Obama le da la razón a la republicana Palin.

¿Cuál debería haber sido su actitud? Pues dejar quebrar a especuladores y asegurar el ahorro de sus clientes hasta una cantidad dada: por ejemplo, los 100.000 euros del Gobierno español no constituyen una mala idea.

Esperemos que Obama, que acierta cuando rectifica, haya puesto en marcha con esos tipos algo más que una pose bélica; esperemos que sea una guerra de verdad para moderar la especulación en los mercados financieros.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com