Sr. Director:
Parece que el Gobierno empieza a dar síntomas de agotamiento. Parece que el principal partido de la oposición empieza a ganar puntos en expectativa de voto.

 

Y como esto funciona así, buena parte del electorado católico habrá empezado a pensar aquello del ya era hora y hay que buscar el voto útil.

El problema es que voto útil es el que sirve y conduce a algo bueno. Pero mucho me temo que está por ver qué puede traer de bueno que los actuales dirigentes del principal partido de la oposición se instalen en la Moncloa. Aparentemente su política económica es diferente de la del Gobierno -aunque lo cierto es que no la han explicado-. Pero en materia de moral y costumbres ni he visto, ni veo, signos inequívocos de diferencia.

El día que los católicos entendamos que el mal llamado voto útil significa realmente la claudicación de los principios cristianos reales, en favor de una derecha sociológica liberal en lo económico y relativista en lo moral, puede que sea el principio de algo. De entrada puede que sea el principio del fin de la consideración del voto católico como voto cautivo de determinados partidos tan alejados de los principios católicos, que pueden considerarse anticristianos. Es cierto que en sus filas militan políticos que se consideran católicos. Pero a estas alturas ya deberíamos saber que esto se da en todo el espectro político, y no es garantía de nada: también hay ateos, masones y un largo etcétera.

¿A quién votar entonces? ¿Se han dado ustedes cuenta de que el éxito histórico de los partidos nacionalistas ha consistido en aglutinar un número de votos pequeño, pero suficiente para obligar a quienes quieran gobernar a contar con ellos? Así es como acaban teniendo capacidad de influencia real sobre las decisiones de partidos muy superiores en tamaño. Vayamos pensando en ello: o el voto católico es católico, o no es nada

Rodrigo Díaz