La política antinuclear de Merkel hunde a las dos grandes eléctricas alemanas. A cambio, Putin dará salida a su excedente de gas en Europa. Moscú rompe con Argel y se acerca a Alemania. Siemens se prepara para construir no menos de 20 reactores nucleares en Rusia. Temor en París porque el pacto condiciona a la industria nuclear francesa

E.ON presentó este miércoles unos resultados peores de lo esperado. Si el consenso estimaba una caída en torno al 64% de su beneficio después de impuestos, el descenso fue finalmente del 71%.

Está claro que la eléctrica alemana no está en su mejor momento, por lo que anunció el despido de 10.000 trabajadores. Entre las claves de su mala marcha debe destacarse el acoso al que se ha visto sometida en lo que se refiere a energía nuclear: los impuestos y el cierre de centrales dejan a E.ON (en parte también a RWE) a los pies de los caballos.



Angela Merkel, presionada por los verdes, se ha visto obligada a realizar algo más que un gesto para que su partido no se vea aún más perjudicado en las urnas. La canciller alemana sustituirá la potencia que dejen de producir las nucleares por energías renovables y, sobre todo, por gas natural. La jugada tiene un doble objetivo: por un lado Merkel da verdor a su política energética, mientras por otro pacta con Putin para que Rusia dé salida a su excedente de gas natural. No es la primera vez en la historia, pero el caso es que Alemania da la espalda a Europa para pactar con Rusia. Por ejemplo, Polonia que junto a otros tres países del antiguo Pacto de Varsovia intentan crear una alianza militar. Alemania, a pesar de ser un país OTAN, participa en una pinza junto a los rusos que tiene como objetivo la colonización energética de Europa.

Por supuesto, Putin se lleva la parte del león. Alemania está más cerca que Argelia, con quien el nuevo zar ruso ha decidido romper relaciones. Además, contará con la alemana Siemens para construir no menos de 20 reactores nucleares en Rusia y otros tres antiguos satélites de la URSS, reforzando así la potencia nuclear que Alemania desprecia, pero que tan eficaz puede resultarle. En resumen, Alemania elimina la energía nuclear, mientras Rusia le da impulso gracias a la tecnología alemana y Rusia coloca el excedente de gas a Alemania para que pueda mantener potencia energética sin peligro electoral y todos contentos.

¿Todos? No. La verdad es que ambos países quedan satisfechos, a pesar de que E.ON sufra el efecto colateral, pero el resto de Europa ve condicionada su política energética. Con la cesión de Alemania pocos países de la Unión podrán sostener la bandera nuclear. Entre ellos, Francia, que cuenta con 58 reactores que producen el 76,2% de la energía eléctrica del país. Los galos exportan electricidad y pretenden estar a la cabeza de la tecnología nuclear, por lo que el rechazo alemán no sienta nada bien en París. La empresa francesa Areva fabrica reactores de tercera generación y prepara los de cuarta para un futuro no muy lejano. Gracias a todo esto, EDF puede presumir de ser una de las grandes eléctricas europeas, con aspiraciones de ampliar su perímetro comprando otras eléctricas por el resto de Europa, incluida en su momento Endesa.

Parece que el miedo nuclear que se inició en Chernobil ha acabado beneficiando curiosamente a Rusia y perjudicando a Europa, donde no se han producido catástrofes nucleares. Más que nada porque el mayor peligro de los reactores no se mide en sieverts, sino en votos.

Rodrigo Martín

rodrigo@hispanidad.com