En las, malas, escuelas de marketing les han dado por la agresividad. Por ejemplo, para las ventas puerta a puerta, el comercial, al tiempo que entrega su tarjeta al presente cliente, se introduce en el domicilio o en la oficina, al menos un pie. Se supone que tratan de evitar que les den con la puerta en las narices, pero aunque se trate de uno o dos pies podría resultar allanamiento de morada. Y, en cualquier caso, resulta de una agresividad tan gratuita que incita a cualquier cosa menos a comprar.

Por si fuera poco, tan agresiva política de ventas se complementa con la petición del nombre al entrevistado. Lo mejor: proporcionar un nombre falso. Hay que defenderse del marketing.