El monumental atasco de tráfico del puente de Santiago Apóstol en la carretera que une el levante español con Madrid ha preocupado, y mucho, al genio de la imagen zapateril: el secretario de Estado, Miguel Barroso. Y es que el Gobierno Zapatero está mostrando, hasta a los que nunca se enteran de nada, que lo suyo no es hacer frente a emergencias. El pasado invierno, la nevada que atrapó a miles de automovilistas en la Nacional Madrid-Francia, a la altura de Burgos, se saldó con unas estupendas declaraciones de la delegada del Gobierno en la zona: la culpa era de las víctimas, quienes, con una insolencia impropia de un buen contribuyente, había desoído los paternales consejos de las autoridades, de ellas misma, y no se habían quedado en su casita.

Luego ha venido lo del incendio de Guadalajara, con el que mejor no hacer bromas porque ha habido 11 muertos. Y ahora el atasco veraniego, de más de 11 horas. La Dirección General de Tráfico volvió a incurrir en el mismo pequeño error: la culpa es de los automovilistas, que se echan a la calle sin ton ni son.

Mala técnica, pero ahí estaba Barroso para reaccionar: no señor, el argumento es: ha ocurrido una desgracia, sencillamente porque la desgracia es inevitable. Esa fue la línea argumental de la ministra de Medio Ambiente en su comparecencia en el Congreso de los Diputados para justificar la labor del Gobierno en el incendio de Guadalajara. Y esa ha sido la misma línea mostrada por RTVE el pasado miércoles. No, lo que ocurrió es que ese día 25 de julio se encontraron 90.000 automóviles en la misma ruta, todos en dirección de regreso a Madrid. Y así no hay quien pueda. Es más, RTVE advierte que no hay manera de evitar esos atascos y que volverán a suceder.

No hay nada como el pesimismo para evitar responsabilidades políticas.

Este Barroso es genial, sencillamente genial.