Lo siento, no puedo dejar de apreciar a ese pícaro grandioso que es Ignacio Galán presidente de Iberdrola. Observen lo que nos envía la compañía: la Fundación Iberdrola apuesta por la sostenibilidad.

Últimamente, Galán andaba con el plan nuclear británico, rumano y europeo en general. Con Garoña se ha plantado ante Zapatero, y a quien piensa llevar a los tribunales.  Ahora toca volver a las renovables, porque ahora hay dinero que ganar de la Administración Obama y Galán no es ni ecologista ni nuclear: es un empresario, y muy bueno. Lo repite con frecuencia: Yo no hago política energética, yo hago energía. Es lo más parecido a un ejecutivo ideológicamente neutro.

Que eso lo haga un empresario, que se debe a su empresa, a sus clientes, plantilla y accionistas, puede resultar desesperante pero lógico. Pero que lo mismo repita Zapatero, como el gran acuerdo firmado con Barack Obama tras su esperada visita a la Casa Blanca, resulta un poquito molesto. La actitud tontiverde de los ejecutivos español y norteamericano resulta algo más violenta por cuanto estos sí que hacen política energética.

Éstos sí saben, o deberían saber, que la energía nuclear es la energía de los pobres, la que no precisa subvenciones públicas, ergo, la que quita poder a Obama y a ZP para dárselo a la sociedad. Es, además, la energía que no colabora a ensuciar la atmósfera y de la que deponen el futuro de la humanidad, de una humanidad que puede crecer en números de miembros todo lo que le plazca si dispone de energía nuclear, a ser posible de fusión. Pero eso, el crecimiento de la humanidad es lo único que no desean ni Obama ni ZP. Ambos quieren un crecimiento en todo sostenible menos en el número de seres humanos que pueblan el planeta.

Pero sin irnos tan allá, lo cierto es que las energías renovables son carne de subvención, esto es, patrimonio del poder político, mientras la nuclear es la que otorga libertad a los ciudadanos. Las primeras no pueden vivir sin subvenciones, las segundas, por contra, permiten energía barata para cualquier sector industrial -esto es, para todos- sin necesidad de depender de las limosnas del Estado.

Eulogio López

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