De entrada, he de decir que no he leído ninguna obra del nuevo Premio Nobel de Literatura, el ruso Orhan Pamuk. Por tanto, hablo de sus declaraciones nada más hacerse públicas las noticias así como de las razones aducidas por la Academia para ofrecerle el galardón. Ambas coinciden en una misma línea: la multiculturalidad, el eclecticismo, todo ello concretado en la necesaria entrad de Turquía en la Unión Europea.

Durante siglos, el Imperio Turco ha sido la amenaza de Europa. Polacos, húngaros austriacos, franceses, genoveses, venecianos y españoles (7 de octubre, Victoria de Lepanto) se han enfrentado a un imperio que necesitó de una guerra mundial para desaparecer. En ese sentido, la elección de Pamuk, un hombre que denunció el genocidio armenio, lo que le trajo complicaciones en su país, es muy loable pero quizás volvamos a tropezar otra vez en la misma piedra, porque es sabido que el hambre es cosa mala, pero el hartazgo tampoco es bueno, un chichón en la cabeza no es agradable, pero un agujero tampoco. Quiero decir que lo contrario al fundamentalismo islámico no es la multiculturalidad, por la sencilla razón de que la multiculturalidad no es nada. Lo opuesto al fundamentalismo es le sentido común y la complementariedad entre fe y razón.

Para enfrentarse a la fe impuesta y violenta que pregona el Islam, no sirve de nada el agnosticismo occidental. Contra quien pretende imponer su modo de vida de poco sirve afirmar que tu no tiene ninguno.

Sólo los que creen en algo son capaces de respetar a quien cree en otras cosas, incluso a los que no creen en nada (aunque es difícil respetar a estos últimos, porque apenas quedan alguno). La Alianza de Civilizaciones no implica un respeto a toda civilización, sólo la desgana cansina de que ninguna merece a pena ser respetada, sólo tolerada. Al final, el esquema Pamuk de tolero todo porque no creo en nada, no trae alianza sino un aburrimiento mortal. Algunos incluso llegan a matar de aburrimiento porque no soportan el tedio.

Mucho más lógico parece el premio otorgado a Mohamed Yunus y a su entidad, el Grameen Bank, es decir, al fundador del Microcrédito. Aunque yo no le hubiera dado el Nobel de la Paz sino el Nobel de Economía, porque el inventor del crédito sin aval puede reformar el sistema financiero mundial. Es decir, ha terminado con la tradicional definición de banco como entidad destinada a dar dinero al que no lo necesita. Es lo que tiene la pobreza: que no entiende de multiculturalidades.

Eulogio López