Está claro: el planeta tierra no puede soportar ni a un solo agonías más. Y también hay algo que no ofrece dudas: la  humanidad tiene miedo.

No tengáis miedo, fueron las primeras palabras de un tal Karol Wojtyla. El penúltimo pontífice no fue el hombre que cambió el mundo moderno pero sí la referencia de ese mundo, de nuestro mundo, desde el mismo momento en que salió al balcón de San Pedro como nuevo papa Juan Pablo II. Digo que no cambió el mundo moderno porque la pérdida progresiva de confianza en Cristo la crisis de la humanidad no consiste en otra cosa- ha seguido en declive, me temo, pero el polaco es el gozne de los siglos XX y XXI porque aclaró las ideas y a las personas.

Llegó al Vaticano con un mundo inmerso en una gigantesca confusión moral, mental y afectiva. Cuando se marchó al Reino, todo aquel que no hubiese mirado hacia otro lado sabía a qué atenerse, las excusas habían desaparecido y, desde entonces, no es que las cosas estén mejor, pero sí más nítidas: cada cual, como diría Chesterton, otra de las columnas de la modernidad, está obligado a elegir entre la luz y las tinieblas.

Y el que no elige la luz siente miedo. Lógico, yo también viviría preso del pánico si no tuviera fe. Por ejemplo, tendría pánico a la crisis económica y a la crisis energética. Y ese pánico me llevaría a desconfiar del prójimo, porque, si no se confía en Dios, se acaba por desconfiar del hombre. Es lo suyo. Todo el nuevo panteísmo que, disfrazado de ecologismo inunda el planeta, con alusiones al cambio climático, la destrucción de las especies, todo este pan-pesimismo que nos invade no es sino consecuencia directa del abandono, no ya de la fe, sino de la esperanza en Cristo.

Cuando alguien confía en Dios la ecología se ve de otra manera, así como la historia, la política y la economía. Cuando la criatura se abandona en manos del Creador deja de temer al deshielo polar y a la reducción de la capa de ozono. Sobre todo, dejar de temer al vecino, entre otras cosas porque sabe que el hombre no crea nada, ni espíritus ni materia, ni energía, pero puede desarrollar lo creado y disfrutarlo.

¿Es una confianza ciega? Sí, pero no estúpida. Es una confianza que no supone cruzarse de brazos sino cuidar el planeta, que no adorarlo, por la sencilla razón de que es un regalo de Dios que debemos disfrutar nosotros y nuestros hijos, pero con la convicción clara de que Dios no nos ha dado un universo, no un regalo envenenado.

He recibido esta carta de una lectora de Hispanidad, Elena, en respuesta a mi artículo sobre la urgencia de aumentar la natalidad.

No reproduzco la carta con desprecio, sino todo lo contrario: es un emilio respetuoso, fidelísimo reflejo de ese miedo telúrico que ha provocado lo que el mencionado Papa Wojtyla calificaba como verdadera conjura contra la vida. Todos los elementos del miedo que sufre el hombre de hoy están en una carta de lo más empírica, pero inspirada en un terror que imposibilita a la mente para ver lo evidente. Vamos con ello:

Estimado Eulogio,

 

He leído su artículo y aún sin conocerle no he podido resistir la tentación de escribirle. Probablemente no sea Ud. consciente de la realidad energética que va a condicionar nuestra vida a partir de que empecemos a desbloquear la crisis económica mundial. Antes, incluso, si la situación mundial se complica con guerras. No voy a argumentarle cosas que otros ya han explicado mucho mejor que yo, así que le dejo algunos artículos al final de mi texto para ponerlo en antecedentes. Sin ánimo de abrumarle, son bastantes pero su lectura no le va a dejar indiferente..

Ya lo creo que no me han dejado indiferente. Sobre todo con títulos como el diario El País: Somos demasiados, una idea muy repetida que siempre me provoca las mismas preguntas: ¿Cómo lo sabe? ¿Quien debe decidir quién sobra y quién debe ser invitado al banquete de la vida? Porque, naturalmente, toda la contracepción está forzada por el miedo vital y bajo el principio de que hay que detener a aquéllos que no pueden defenderse: los concebidos y no nacidos.

El caso es que la humanidad se va a enfrentar en los próximos años a un declive de las fuentes de energía que nos mantienen, nos alimentan, nos visten, nos calientan, nos transportan. No solo es el declive del petróleo, también el del gas, el del zinc, manganeso, bauxita, níquel, cobre, etc, etc, etc  Claro que el más preocupante es el declive petrolero porque gracias a su abundante disponibilidad y bajo precio la humanidad ha podido multiplicarse por 6 en 100 años y pasar de 2.000 millones de seres humanos a 6.800.  ¿Se imagina Ud. lo que va a suponer para la humanidad que el precio de la energía se dispare en los próximos años y que cada vez vaya siendo más inaccesible? Que el petróleo cada vez sea más caro y más escaso significa que vamos a declinar en todos los sentidos, que nuestro nivel de vida va a sufrir una gran transformación,  que vamos a producir menos alimentos a un coste mucho más elevado, que tendremos que renunciar a gran parte del bienestar actual, que los coches irán desapareciendo de las carreteras paulatinamente (en cuanto llenar el depósito se ponga a 100 euros y eso está a la vuelta de la esquina), que nuestra expectativa de vida va a reducirse considerablemente a medida que la calidad de vida se vaya viniendo abajo, y que tenemos que decrecernos en número cuanto antes si no queremos evitar una catástrofe de proporciones épicas en 2 o 3  décadas.

El petróleo ya ha estado a 100 euros y más y no ha pasado nada, Bueno sí, ha pasado que se han acelerado la investigación (la inteligencia humana, otro regalo del Padre Eterno, ¿recuerdan?) para investigar otras fuentes de energía, como las renovables o la fusión nuclear de hidrógeno, sin duda la energía del futuro.

En cualquier caso, la energía más duradera es el ingenio humano, inagotable desde el punto de vista del análisis económico. Yo confío en el hombre porque confío en Dios. El progresismo no confía en el hombre porque

 

Es increíble que todavía se hable de fomento de la natalidad con el problema que se nos viene encima y para el cual no hay solución a la vista.  Le recomiendo una web española (www.crisisenergetica.org) de gran nivel donde puede perderse en un mar de información al respecto. También le recomiendo la lectura del libro "Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño" de Jeff Rubin, esclarecedor al respecto, muy bien argumentado. 

 

Ud. tiene toda la razón cuando argumenta  que en caso de no hacer nada, en 20-30 años vamos a tener un serio problema para mantener a las generaciones numerosas de los años 50-60-70. No es un problema exclusivo de España, en peor situación demográfica están Japón y Rusia. Después de una  reflexión creo que sería más conveniente recurrir a la  emigración para superar ese trance. Tenga presente que con el declive energético y el cambio climático muchas partes del planeta se van a ver seriamente perjudicadas para la vida humana, es el caso de los paises del Golfo Pérsico, Africa Subsahariana, los trópicos, las islas del Pacífico, las zonas costeras, etc, etc.  Muchas personas se verán forzadas a abandonar sus lugares de residencia por la subida del nivel del mar, las sequías persistentes, el calor y el frío extremos, la escasez de alimentos, la sobrepoblación de sus paises...  mejor arreglarnos entre todos que empezar a multiplicarnos para luego asistir a un proceso de de crecimiento demográfico trágico.

 

Elena: la bomba demográfica no consiste en que haya mucha gente sino en que haya pocos jóvenes. Por eso, si algo necesita, y con urgencia, el mundo moderno es más niños, nuevos hijos, nuevas personas, más invitados al esplendido banquete de la existencia. El mundo está vacío, con toda la especie humana recluida en nuestras megaurbes-conejeras. Este planeta puede alimentar a cientos de humanidades y cuando no quepamos para lo que falta muchos siglos- colonizaremos la luna. Pero no puede soportar ni a un solo desesperado más, ni a un solo agonías más, ni a un solo miedica más. El único calentamiento global que puede terminar con la especie humana es el miedo, por lo demás padre putativo de la violencia. El crecimiento demográfico del siglo XX ha coincidido -¡qué casualidad!- con la época de mayor progreso económico y de calidad de vida material o al menos calidad de los materiales utilizados para vivir-.

El hombre no desertiza la naturaleza, la fertiliza al henchidla y someterla.

Lo único que la humanidad no puede aceptar es un solo agonías más, no le vaya a ocurrir lo de aquel viejo gallego, empeñado en que me morro, me morro me morro y se murrió. Nada peor que el miedo a la vida, Elena: puede provocar la muerte.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com