Sr. Director:

¿Qué sentirá a partir de hoy el niño español? Irá a la escuela y se verá en aprietos cuando sus compañeros le pregunten el nombre de su madre: ¿madre; quién es?, pues verá a dos tipos viviendo juntos en su casa, y él como el hijo de la familia (si es que en un futuro se le llamará así, porque una ley podría cambiar el término por el de producto AB-1). A partir de ahora, el bebé en lugar de balbucear ma-ma-mamá tendrá que aprender a decir pro-pro-progenitor

Si no sabe lo que es una madre: ¿sabrá lo que es un padre? (porque se es padre en relación a una madre). ¿Qué sentirá el niño, ya mayorcito, cuando sepa que ha sido resultado de un experimento de laboratorio, que lo han fabricado como a un televisor y lo han adoptado como si fuera una mascota?

La familia quedará como un esqueleto del pasado. Si ante la ley vale lo mismo un hombre y una mujer que se comprometen a vivir juntos por verdadero amor, de una manera estable, y a procrear hijos naturalmente; que la unión temporal, por egoísmo pasional, de un progenitor A y un progenitor B. No es que se en lugar de quitar derechos, se reconozcan derechos a quienes no lo tenían, como dicen algunas voces. La función fundamental de la familia en la sociedad queda totalmente degradada al equipararlo a algo que no es matrimonio.

Algo que fuera impensable años atrás, ahora se está convirtiendo en lo más normal. Si analizamos los hechos con el mínimo sentido común, nos daremos cuenta de caminar a ciegas hacia lo innatural, lo irracional.

Samuel Sanabria

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