No entendemos lo que ocurre porque la crisis de la modernidad es de sobreproducción. La imagen de la modernidad económica es la de un tendero al que le hubiera llegado demasiado género y, en lugar de venderlo a precios bajos, fuera especulando con sus existencias para no verse obligado a reducir esos precios. Un tendero insensato, que se arriesga a que se le pudra el género en el almacén, y a vender menos con tal de no reducir el precio.

Lo que no entendemos de la economía actual es que atraviesa una crisis de sobreproducción, lo que le diferencia de las grandes crisis económicas históricas, que solían ser crisis de carestía.

Por ejemplo, quienes pregonan que somos demasiados los habitantes del Planeta están comportándose como nuestro tendero especulador: el Planeta (es decir, el hombre) les ha sorprendido con una producción real y potencial, capaz de sobre alimentar a decenas de humanidades y ahora resulta que tan sólo le preocupa mantener los precios para ganar lo mismo, o más. El viejo concepto de servicio a los demás se ha convertido en el antipático concepto de eficiencia económica. Y si para ser eficiente hay que endeudarse, pues se endeuda uno y en paz. Así no arriesga sus fondos propios. Y es cierto, no los arriesga, simplemente acaba perdiéndolos.

Con este bagaje, la crisis, sí, va para largo. Sobre todo porque a la maravillosa sobreproducción de bienes y servicios, productos del talento humano, hemos añadido la sobreproducción de dinero, para lo que no se necesita talento alguno. Eso es capaz de hacerlo Mario Draghi.

Y luego viene la gran paradoja, que como toda paradoja cierta no deja de ser un silogismo perfecto. En pocas palabras: mucho me temo que la próxima crisis económica sea la crisis alimentaria. ¿Cómo es posible que sobreproduzcamos alimentos y que, al mismo tiempo, presagie una crisis alimentaria, vulgo, hambre Por lo del tendero especulador, esto es, por la especulación financiera de los mercados de materias primas y por otra especulación más sutil y más dañina: nuestro estilo de vida se lo está poniendo muy difícil a la producción de alimentos y a la paralela producción de energía por una doble vía:

1. Las exigencias ecológicas y burocráticas (bueno, viene a ser lo mismo), que encarecen y dificultan la producción de alimentos.

2. Para salvar al Planeta, estamos encareciendo la producción de alimentos y de energía hasta unos límites realmente peligrosos.

Sí, Roberto Centeno va bien encaminado. Se ha convertido en el economista español apocalíptico. Es por lo del tendero.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com