Sr. Director:

Yo no estoy de acuerdo con la idea del salario maternal. Creo que es poner una bomba de relojería en el corazón mismo de las familias. Y la razón es muy sencilla: "Qui paga, mana", como decimos en Cataluña. Quien paga, manda. No se puede servir a dos señores.

Véase lo que pasa con la escuela católica. Miles de niños salen cada año de instituciones educativas de la Iglesia, y la mayoría de ellos no se saben ni el Credo. ¿Qué pasa? Pues que los planes de estudio no los deciden ni los profesores, ni los "titulares" del centro (lo que antes se llamaba la congregación religiosa propietaria del colegio), ni los padres, ni mucho menos los obispos. No. Lo que estudian nuestros hijos está determinado, al milímetro, por el ministerio de educación o su equivalente autonómico. Y cuando comentas con algún maestro tu disconformidad con algo, sólo te dicen: "nos obligan a hacerlo así". ¿Cómo pueden obligarles a enseñar a los niños a cantar "la pastoreta" en lugar de "el cocherito leré"?. Muy fácil: o siguen las directrices, o se quedan sin concertación.

Ya no es necesario expulsar a los jesuitas, ni cerrar colegios, ni cargarse a monjas ni hermanos. Basta con subvencionarlos. Convertir a las madres de familia en asalariadas del Estado a cambio de proporcionar contribuyentes es dinamitar la libertad familiar y la lealtad de la mujer hacia su marido, y viceversa. No se puede servir a dos señores. Me parece una reivindicación peligrosísima, es poner una formidable herramienta de control sobre las familias en manos del estado. Piénselo un poco. Ya lo hemos visto en los colegios. No. Pidamos respeto a la libertad familiar. Pidamos salarios justos. Pidamos viviendas a precios razonables. Pidamos escuelas libres. Pidamos, cuando haga falta, ayudas para guarderías o para asistentes domésticos o para cuidados médicos. Y si hay problemas de dinero, que se discutan entre marido y mujer. No demos entrada a extraños.

M. Ángeles Frigola Carreras Gerona

afrigola@jmbusquets.com