En la tarde del miércoles 16 de agosto en Nueva York, la Convención para Proteger los Derechos de las Personas con discapacidad se reunió durante más de cuatro horas para volver a debatir sobre el eufemístico término de salud sexual y reproductiva, que según el nuevo vocabulario de Naciones Unidas, incluye el aborto. Finalmente, el debate terminó sin consenso, aunque todavía quedan bastantes días para que los delegados traten de acercar sus posturas.

La delegación que más firmemente se apostó por la supresión del término en el art. 25 fue Nicaragua. Les aconsejamos vivamente que lean la viveza, racionalidad y claridad de la exposición del embajador nicaragüense en Naciones Unidas argumentando en cuatro puntos la necesidad de eliminar ese término en pro de la defensa de la vida

Junto a Nicaragua -informa el activista provida Dan Zeilder- también Honduras y Costa Rica mantuvieron una posición firme en defensa de la vida. El Salvador fue menos claro aunque se posicionó a favor de buscar una solución que eliminara el término. Colombia no solicitó específicamente la eliminación de este término. Sus comentarios fueron confusos aunque mencionó la posibilidad de modificar o clarificar el texto. Por su parte, la Argentina del montonero Kirchner apoyó a algunos de los países que buscaban que el término se mantuviese dentro del texto, aunque añadió que estaría dispuesta a trabajar por encontrar un lenguaje que propiciara el consenso.

Por su parte, el resto de los países latinoamericanos (Brasil, Cuba, Perú, Uruguay, Ecuador y Chile), mostraron su posición a favor de mantener "salud sexual y reproductiva" en el texto, con algunas modificaciones de mero maquillaje. Una postura que se vio refrendada por el apoyo de la Unión Europea y el rechazo de la administración norteamericana, abiertamente defensora de la vida. A España, ni se la escucha ni se la espera. Y no porque haya cedido su voz a la UE, sino porque dedica sus esfuerzos a promover el aborto y el matrimonio homosexual entre las naciones hermanas de Hispanoamérica. Más que madre patria, España se ha convertido en una madrastra, la misma que propició la independencia.