En contra de lo que la clerecía progre insiste en manifestar, no existe el pre-embrión. No existe para la Iglesia y no existe para la ciencia -aunque algunos prestigiosos científicos (PC) se olviden de ello-. Tras la fecundación, existe un nuevo ser con su identidad genética individualizada, distinto del padre y la madre, se haya implantado en el útero o no, con posibilidad de ser una o más personas, pero nunca ninguna.  

La historia de la Iglesia demuestra que los males siempre están dentro, nunca fuera. Para que algunos de mis lectores no me acusen de atentar a la caridad con los hermanos en la fe, aún a riesgo de faltar a la caridad con todos los cristianos, seguiremos hablando sin citar nombres (la verdad, no sé cuánto aguantaré en tan caritativa actitud). Diré que me refiero a algunas pías almas cristianas que están diciendo muchas tonterías y, sobre todo, que están dando pábulo a los enemigos de la vida, que en el siglo XXI no visten el uniforme de las SS sino la bata blanca de prestigiosos científicos (PC, como creo haber dicho antes).

Esos PC afirman que durante los primeros 14 días tras la concepción, no existe persona, sino pre-embrión. Podrían haber dicho 13 o 15, pero se han quedado en 14, un tiempo razonable para poder congelar los embriones que necesitan estos PC para sus cruciales experimentos... científicos, como creo haber dicho antes, considerando los periodos de descanso vacacional a los que tienen derecho los PC, que desarrollan una tarea investigadora agotadora, que produce inquietante fatiga intelectual.  

En el seno de la Iglesia, la clerecía progre y algunos sesudos profesores de movimientos (¿a que lo suelto? ¡Resiste, Eulogio, resiste!) reducen los 14 días a "unas horas". ¿Qué son unas horas comparadas con la inmensidad del universo? Pues, son el periodo suficiente para realizar todo tipo de aberraciones contra seres humanos pequeñitos e indefensos: embriones de repuestos y embriones-medicamentos, todo ello para asegurar el negocio de las FIV y la soberbia de los PC.

Y por cierto, una vez más, la clerecía progre juega a la confusión. La doctrina de la  Iglesia es muy clara: la persona, no la vida humana, la persona, comienza con la concepción, digan lo que digan los teólogos, moralistas, PCs católicos y otras malas hierbas. Zenit, cómo no, ha realizado un informe, el mejor que conozco, sobre lo que se dice el estado actual de la cuestión. Pues bien, no se pierdan las palabras de monseñor Elio Sgreccia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Pinche aquí.

Eulogio López