Unos tipos llegan a un centro comercial en Nairobi y se ponen a asesinar gente. Antes, han escondido armas, munición y explosivos tras haber alquilado uno de los locales. Es la guerra del mundo moderno. Los terroristas no avisan, se esconden cobardemente detrás de la sociedad civil y preparan la matanza.

Además, su enemigo es indeterminado, difuso: es, por ejemplo, Occidente, la civilización cristiana, los cruzados. Los tales cruzados -poco espíritu de cruzada veo yo en un centro comercial de lujo- no son Pedro, Juan o Andrés, son aquellos que han tenido la mala suerte de pasar por allí aquel día, para tomar una cerveza o para comprar una bombilla.

El mundo de hoy es el más violento porque la guerra de hoy es terrorismo. La guerra tiene sus leyes. Las ha tenido siempre, incluso en contra de lo que algunos piensan, ante de la Convención de Ginebra. En la edades antigua y media, las más civilizadas.

Los ejércitos salían a campo abierto o bien el uno cercaba al otro. Se arreaban a conciencia y el que ganaba se quedaba con los bienes del vencido. La sociedad civil sufría las consecuencias de la postguerra, pero no era un objetivo bélico.

En la edad moderna, con la Ilustración, comienzan los bombardeos a la sociedad civil, que llega a la plenitud con Hiroshima y Nagasaki.

La edad contemporánea ha inventado el terrorismo y la guerra terrorista. No le llamen guerrilla. La guerrilla es otro invento español para luchar contra el Ejército napoleónico. Pero los guerrilleros no se instalaban en París para degollar en un descuido a la verdulera de Sacre Coeur.

No es ya que la sociedad se haya convertido en elemento bélico, por lo general sufriente, sino que, además, es el elemento básico. El terrorista, como en Nairobi, se esconde en el anonimato del vecindario y traiciona a sus vecinos, aprovecha la globalización para comprar armas y para huir antes de que le golpeen. Es, en verdad, una guerra de cobardes.

Las guerras de la Edad Media eran mucho más nobles.

Eulogio López

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