Decíamos ayer, que el Banco de España, tras destrozar las cajas de ahorros, ya casi convertidas en bancos, se dispone ahora a destrozar el modelo cooperativo, principalmente las cajas rurales, que tampoco les gusta a los chicos de don Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO): todo ha de convertirse en sociedad anónima, mucho más fácil de controlar por el poder político, por la vía de la regulación. Para eso, mejor sería que se nacionalizara la banca, pero recuerden que la regulación resulta más sibilina que la nacionalización. Con ella controlas la banca sin poseerla.

Días atrás, el presidente de Caja Navarra, ahora de Banca Cívica, Enrique Goñi, justificaba en el País por qué prefiere acudir a un fondo de capital riesgo que al estatal FROB. Bueno, lo divertido es que no lo explicaba, pero en el sector se le entendió muy bien.

Prefiere lidiar con el peligroso capital riesgo, antes que introducir al enemigo, es decir, al Banco de España, es decir, al sector público, en casa. La respuesta está en el agujero de Basilea III. Es decir, si un regulador considera que una entidad no está suficientemente capitalizada puede entrar en el capital y en el Consejo de esa entidad. Así, a la labor inspectora propia de lo público se une la introducción en el accionariado, propia de lo privado.

Y no hablo de la barbaridad de medir la solvencia de una entidad financiera sólo por su capitalización. Eso lleva a la eliminación de las entidades pequeñas en beneficio de los grandes monstruos bancarios, que es donde se producen todos los abusos y desde donde se fomenta la especulación. El oficio de banquero no consiste en tener mucho capital (entonces el único requisito para hacer buena banca sería ser multimillonario) sino en prestar adecuadamente y conseguir que te devuelvan lo prestado. Ni más ni menos.

¿Estamos ante una nacionalización encubierta de la banca? Sí, pero por el peor de los caminos: sin justiprecio, porque no es una nacionalización de derecho, es 'sólo' de hecho.

Eulogio López

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