Todos se apuntan al éxito. Hasta lo más granado del empresariado español. Pero quienes más han aplaudido la llegada de Zapatero a La Moncloa han sido los nacionalistas, los terroristas y los marroquíes. Los primeros, porque observan en Zapatero un nuevo "talante", que les permitirá dialogar la reforma del Senado para convertirla en Cámara de representación interterritorial, al tiempo que reformar los estatutos de autonomía. No se trata de avanzar en el modelo descentralizador del Estado consagrado en la Constitución de 1978, sino de avanzar en el proceso de independencia de las denominadas "comunidades históricas". Lo ha dicho claramente el delfín de Pujol, Artur Mas: "No permitiremos que se reedite el café con leche para todos". 

También los terroristas han aplaudido la llegada de ZP. ETA cree que con Zapatero en la Presidencia en el Gobierno es más posible avanzar en el "diálogo" para resolver el conflicto "político" de Euskal Herria. Un mensaje similar al emitido por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia. Curiosa coincidencia de la internacional de la muerte. 

Y ya puestos, también los marroquíes han mostrado su esperanza de "abrir la puertas de Ceuta y Melilla". Zapatero visitará Marruecos el próximo mes de junio. Esta vez, como presidente del Gobierno español, con plenos poderes para negociar el conflicto pesquero, la inmigración ilegal y la nacionalidad de Ceuta y Melilla, ciudades españolas desde el siglo XV. Es de esperar que este asunto no sea discutido en la agenda del nuevo presidente. Por la integridad territorial, por la seguridad de los ciudadanos que tienen fijada su residencia en estas ciudades extra-peninsulares y por geoestrategia básica. Claro que el "nuevo orden mundial" defendido por Jesús Caldera podría resultar carísimo.