El año 1989 (caída del Muro de Berlín) no sólo no trajo ninguna respuesta, sino que aumentó la perplejidad y el escepticismo ante los grandes ideales. Pero algo sí que sucedió. La religión volvió a ser moderna. Ya no se espera su desaparición, sino que prolifera en nuevas y distintas formas. Lo escribió Benedicto XVI. Ese pontífice, el Papa del relativismo, tiene claro que hay cosas que provocan mucha más tristeza que el marxismo. Por ejemplo, la nada.

Tras el 11-s de 2001 y el 11-M de 2004, Hispanidad insistía en que el mundo no necesita un nuevo orden mundial sino un nuevo orden moral. Necesita, sobre todo, superar el vértigo que le produce la nada moral en la que se ha instalado. El hombre del siglo XXI ya no confía en Dios, pero, por ello, tampoco confía en los demás, y acabará por no fiarse de sí mismo. Y si no puede confiar ni en nada ni en nadie: ¿por qué nos extraña que la violencia sea la única manera de resolver las diferencias y de saciar el ansia de justicia que anida en el corazón humano aun que sea de forma equivocada, aunque sea a golpes. 

Y al Islam le ocurre lo mismo. El Islam, y esto no justifica ningún asesinato,  no está luchando contra el cristianismo de Occidente, aunque el necio de Ben Laden no lo sepa. El Islam está luchando contra el relativismo, que es lo que provoca desconfianza y vértigo en la humanidad. No estamos ante una guerra de religión, sino ante una guerra contra el vacío decretado por Occidente y el ansia desesperada del hombre por creer en algo, el ansia por la certeza y el ansia por la verdad.

Y esta es la  única lección del 11-S, del 11-M y del 7-J: o superamos el relativismo, esa suprema memez que asegura que sólo acepta la verdad de que la verdad no existe, o sin duda habrá guerra entre el Islam y Occidente. Y en esa guerra, Occidente aprovechará su mayor capacidad tecnológica y vencerá al Islam, pero ojo, será el Islam quien proseguirá su conquista de Occidente, por la sencilla razón de que ellos creen en algo y Occidente no cree en nada. Occidente con misiles, los islámicos con atentados terroristas. Como en Irak. La guerra interminable, cuya victoria exige la aniquilación del adversario.

Cuando Tony Blair habla de que los terroristas no destruirán nuestros valores debería especificar de qué valores habla, en un Occidente que no cree en ninguno. De otra forma, Blair acabará en el relativismo bobalicón de Zapatero, que considera que ni religiones ni filosofías valen un comino. Lo que vale es la tolerancia de unas hacia las otras. Sólo que, con tan democrático planteamiento, continuamos en el vacío, en la terrorismo, en la guerra.

Eulogio López