Fue presidente del Senado y uno de los autores de la Constitución. Mantuvo su sentido del humor hasta el final.

Dos meses atrás, disertaba Fontán sobre el desastre autonómico en España, la incapacidad para gobernar un país centrífugo, la anemia del Estado central ante las autonomías. Su interlocutor le preguntó, malicioso:

-Pero don Antonio, algo tuvo usted que ver en la construcción autonómica.

-Sí -respondió el aludido, con reflejos impropios de su edad provecta-, pero ya me he confesado.

Fontán fue un tipo generoso. Uno de esos tipos que no dejó de poner dinero de su bolsillo para mantener una Gaceta agonizante. Sencillamente, sus superiores en el Opus Dei le decían que había que salvar aquel barco y él puso un millón sobre otro para mantenerlo a flote. A ojo de buen cubero, dado que canalizó sus esfuerzos a través de una fundación compartida, calculo que Fontán colocó, a fondo perdido, nunca mejor dicho- más de 10 millones de euros para que La Gaceta sobreviviera. En su biografía oficial no figura este esfuerzo por cuanto pasó totalmente inadvertido, escondido tras la Fundación Valdecubas.

Al final La Gaceta se precipitó hacia la ruina y fue adquirida por el grupo Intereconomía. Dicho de otra forma, el juicio empresarial dictamina que Fontán fracasó estrepitosamente. Sin embargo fue un éxito de la generosidad. Y recuerden que el lema del católico es de derrota en derrota hasta la victoria final. Además es posible que la Audiencia Celestial no se rija por los criterios de las escuelas de negocios ni de la Audiencia... Nacional. Al que el mundo -o sea, las escuelas de negocios y los tribunales- llama tonto puede recibir en el tribunal divino otra sentencia y otra denominación.

Fontán ha muerto confeso de pecado autonómico y con el glorioso activo de la generosidad y el desprendimiento. Un activo muy valioso, por escaso.

Eulogio López

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