Se había manifestado como la política revelación del catolicismo catalán. Había entonado el mea culpa por haber abandonado los principios del humanismo cristiano. Era constitucionalista, pero españolista. Es académica, pero cuenta con buenas dotes de comunicación. Lo tenía todo. Pero lo tenía, en pasado. Este miércoles se le ocurre agarrar el micrófono y ensartar chorrada sobre chorrada.

Primera: mostrarse a favor de la legalización de las drogas blandas, después de la polvareda levantada por el consejero Joan Saura. Segunda: no se pronuncia sobre meter a una persona en la cárcel por escribir dos artículos. Un apoyo poco encubierto a un De Juana que se encuentra en mitad de su personal chantaje al Estado. Tercera: El PP ha utilizado una brecha política para conseguir sus objetivos políticos.

¿Se puede equivocar uno tanto en tan poco espacio de tiempo? Las drogas son perniciosas para la salud y el deber del Estado es combatirlo. La legalización de las drogas blandas ha provocado generaciones de drogadictos que han enterrado su vida en ese submundo. De Juana está en la cárcel por tener 25 cadáveres a la espalda, además de justificar la violencia y la extorsión en el Gara. Y el PP ha recusado a un magistrado que claramente se había posicionado a favor del Estatut. Era evidente que estaba contaminado para dictaminar sobre el asunto. Una decepción, Montse. El efecto Nebrera se ha pinchado.