Es la única incógnita que queda para que se consume el oligopolio televisivo afín a Zapatero, que pondrá a todos los grandes editores a los pies del Gobierno. Recuerden: el Gobierno ha cerrado el acceso a la TV a cualquier nuevo operador. Los futuros canales de TV digital se reparten entre los mismos comensales ya invitados al banquete: RTVE, A-3 TV (Lara cada vez se aleja más del PP y se aproxima al PSOE), Tele 5 y Canal Plus. Todo ello, más el nuevo canal analógico, que luego será digital, que se va a conceder al Grupo Zeta (filosocialista), junto a Mediapro (filosocialista) y, aquí se cierra el círculo, La Vanguardia, hasta ahora conservadora pero en breve tan socialista como El Periódico o El País.

Moncloa, por tanto, contenta a Polanco abriéndole Canal Plus, contenta a Zeta, contenta a Vocento, y consolida a Lara como multimedia: ¿Qué más se puede pedir? Ahora bien, Zeta y Mediapro deben admitir a La Vanguardia en el nuevo canal ideológico, para que el Conde De Godó, íntimo de Alfredo Pérez Rubalcaba, se quede contento. Y toda esta manipulación, que restringe hasta la médula el pluralismo televisivo en España y pone la TV, el medio más poderoso, al servicio del Gobierno. Al mismo tiempo, asegurándose de que no va a haber más comensales invitados al banquete, los editores saben que tienen el futuro económico asegurado, y prestarán su entusiasta apoyo al Gobierno Zapatero.

Enfrente sólo queda El Mundo de Pedro J. Ramírez, al que Zapatero ha engañado como a un chino. Cuando se consume el oligopolio reforzado, en Moncloa opinan que se terminará la etapa de matar a Pedro J. a besos. La verdad es que Ramírez, en su empeño por ajustar cuentas personales a través de las páginas de su diario, ha perdido credibilidad.

La libertad de prensa en España, pues, queda restringida a Internet, la COPE y Popular TV y a lo que dé de sí el grupo Recoletos, Gaceta de los Negocios y otros medios influyentes, aunque no tan poderoso ni tan multimedia como los miembros del oligopolio.