Está claro que en función de la dignidad de una persona puede saberse qué tipo de vida ha llevado hasta el día de su deceso. Eva Catalán ejemplifica con acierto las razones en torno a la muerte digna.

Sr. Director:

Recuerdo dos muertes que salieron en su día en la prensa: la de aquel multimillonario que falleció en la cama de un prostíbulo, y la de aquel otro: por fallo cardíaco en una sala de cine pornográfico.

A eso le llamo yo, morir de muerte indigna y no lo que se nos quiere vender como tal. El sufrimiento es compañero inseparable del hombre, en la vida y en la muerte, lo cual carga de incoherencia a la eutanasia. Siendo que el dolor de los enfermos se puede mitigar en un  95% de los casos, la práctica eutanásica ya no tiene sentido.

Es más, catapulta la vida humana en manos de intereses médicos, de ocupación de plazas hospitalarias o de parientes ávidos de heredar. La dignidad del hombre en su estado final se basa más en su alma que en su cuerpo: morir reconciliados con Aquel que nos juzga tras nuestro traspaso, es mucho más inteligente y digno que morir en pecado y ser reos del fuego de un infierno eterno en el que no existen los cuidados paliativos.

Eva Catalán

mariacatala6@gmail.com