Los expertos hablan de los mercados como si definieran al Padre Pío. Las bolsas no son como los gobiernos, ese lamentable nido de politicastros avariciosos y demagogos, o como los medios informativos, siempre manipulando la realidad.

Los mercados, denominación de lo más impersonal, son un prodigio de bondad y ecuanimidad. Pueden ser crueles, ciertamente, pero siempre según razones objetivas. Vamos, que hablamos de un reducto de gente de bien.

En realidad, los mercados no son más que una panda de yuppies sin desasnar que juegan al casino en las mesas de tesorería de Occidente, en diversas instituciones (bancos de inversiones con un sólo punto en común: trabajan, mejor dicho, juegan, con el dinero de los demás, de los ahorradores (a los que pomposamente llaman inversores) y manipulan el mercado -las más de las ocasiones incluso en beneficio de sus clientes, oiga- que se dan a la especulación con el furor de quien en el peor de los casos no ganan, pero tampoco pierden, que han apalancado toda la economía occidental, los culpables primeros de la crisis de 2007, los parásitos de la economía real

En resumen, los sin desasnar controlan el ahorro mundial y trabajan, principalmente, los grandes mercados bursátiles, el más importante de los cuales es Nueva York, el segundo Londres, el tercero Francfort, etc. Es decir, es el mundo anglosajón quien marca la pauta, especialmente Estados Unidos.

Como en toda república -en el sentido de cosa pública- hay un rey. Pues bien, los reyes del yupismo financiero son las agencias de riesgo: Moodys, S&P y Fitch. No se enteraron de la crisis y seguían otorgando espléndidas calificaciones a bancos en quiebra, especialmente a los norteamericanos. Sólo rindieron cuenta ante el Capitolio: prometieron ser buenos y más duros, aunque desde luego, no con la deuda pública norteamericana.

Porque esa es otra: resulta que no sólo juzgan a empresas, sino también a países. El yupismo, y en especial las agencias de riesgo, consideran que la clave de una economía es el déficit fiscal y la deuda pública. El crecimiento, el paro o el nivel de renta les importa un pimiento, según el principio del que lo que no son cuentas, son cuentos (Emilio Botín dixit).

Resulta, como publicamos hoy en el cuadro del BIS, que Estados Unidos o Reino Unido tienen más déficit y más deuda que España, pero es a España, y antes a Irlanda, Portugal, antes a Grecia, a quien le obligan a pagar más por su deuda.

Mientras, en la propia España, nuestros expertos papanatas siguen actuando según lo que marcan los yuppies de las agencias de riesgo. Respecto a los yuppies intermediarios de empresas privadas también tiene cola que le pisen. El mismo Deutsche Bank -es sólo un ejemplo, donde los yuppies-brokers deciden qué país o qué empresa merece la pena, existen otros, sus compañeros de detrás de las murallas chinas (¡qué risa, tía Felisa!) que deciden qué países merecen la pena y cuáles no.

En cualquier caso, la decisión de Moodys empobrece injustamente a España a pesar de poseer unas cuentas públicas más saneadas que Estados Unidos y Reino Unido, campeones de los mercados. Es tan injusto que uno esperaría una rebelión. Y sí que es posible la rebelión Por ejemplo, si tuviéramos un presidente del Gobierno que, como Angela Merkel en su día, cuando se sintió maltratada por el trío de agencias, arremetiera contra estos yuppies sin desasnar.

Los mercados financieros controlan el mundo y las yuppies financieras controlan los mercados. De ecuánimes nada: son lo más sectario que ha inventado la economía contemporánea.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com