Mi nombre es Bach recrea un hecho histórico real: el encuentro, en mayo del año 1747, entre el genial músico Johan Sebastian Bach y el joven rey de Prusia, Federico II. Un encuentro que la directora Dominique de Rivaz imagina lleno de luces y sombras. El primero, que contaba 65 años de edad, había acudido a Postdam para conocer a su primer nieto; el segundo, marcado (y amargado) por su destino, vió en la figura de Bach el padre que siempre ansió tener.

 

A mitad de camino entre otras producciones tan conocidas como Amadeus (Milos Forman- 1984) y Ludwig (Luchino Visconti-1972-) este enfrentamiento entre dos personalidades tan arrolladoras le sirve a la directora para reflexionar sobre el peso que asumen los vástagos de gente de renombre (en este caso de un genio de la música), sobre el papel y las obligaciones de un rey o, simplemente, alrededor de la búsqueda de la felicidad del ser humano, independientemente de su rango o condición. Película con una fuerte carga dramática, a veces terriblemente cruda, es un buen ejemplo de cine donde la palabra prima sobre la acción.

 

Coproducida por Alemania y Suiza en el año 2003, Mi nombre es Bach resultó seleccionada para los Oscar por Alemania en el 2005 y ganó los premios de Mejor Película y Mejor Actor de Reparto en los Premios del Cine Suizo.

 

A destacar, además de la genial actuación de Vadim Glowna (Bach), el cuidado apartado artístico y, especialmente, el diseño de vestuario realizado por Vivienne Westwood ( Leaving las Vegas y Prêt-à-Porter).

 

Para: Imprescindible para todos los melómanos admiradores de la obra y la figura de Johan Sebastian Bach.