Si no fuera por su nacionalismo teutón, esta germana cancillera, la señora Merkel, incluso me caería bien.

La número 1 alemana se niega a ampliar el fondo de rescate europeo (750.000 millones de euros), tal y como le pide el Fondo Monetario Internacional, así como el incombustible luxemburgués Jean-Claude Juncker, el Gobierno belga y otros muchos defensores de la economía financista, aquéllos que en lugar de reducir el océano de liquidez que ha provocado la actual crisis han decidido que la burbuja crezca.

La verdad es que a la buena de Ángela fue la primera que exigió salvar el bono griego, no porque los griegos le importen mucho sino porque le interesaba salvar a los bancos alemanes que se encontraban atrapados en esos bonos. Comer, rascar y sanear todo es empezar, así que Merkel decidió constituir un fondo común y aplicar el famoso método: te doy dinero para que puedas seguir endeudándote y a cambio todos tus contribuyentes tendrán que apretarse el cinturón: ¿comprendes muchacho?

El asunto es que los especuladores a los que Merkel amamantó se parecen mucho a los tiburones, como suele llamárseles, y, al igual que los escualos, cuando huelen la sangre ya no saben parar: tras Grecia e Irlanda han venido Portugal y España, que siguen programando más píldoras amargas para a sus ciudadanos sin que por eso logren detener la bolsa.

¿Cuándo terminará la agonía? Cuando se terminen los rescates y los políticos se vuelvan más responsables y no emitan deuda a mansalva y cuando los contribuyentes, tras una quiebra, propinen un puntapié en las posaderas electorales al Gobierno que les haya endeudado para varias generaciones.  

En el entretanto, la Bolsa de Madrid se debilita más que las europeas y el precio de nuestras empresas estratégicas está al alcance de cualquiera, con un PER que se reduce día a día.

Merkel comenzó este desastre y ahora pretende terminarlo, pero, en el entretanto, protege a sus compañías (el caso de Hochtief lo dice todo) mientras intenta comprar las empresas de los demás a precio de saldo.

Que el quebrado quiebre. Esa es la única solución a esta locura. Y si pierden los inversores nadie va a llorar: el que invierte es porque al que invierte le sobra el dinero, el parado no tiene para invertir.

Todo Occidente, no sólo Europa, se encuentra en una encrucijada.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com