La controvertida e incómoda periodista, Mercedes Milá (en la imagen), vuelve a presentar, en la cadena televisiva Cuatro, el programa 'Diario de…', que dirige Alberto Muñoz. Pero esta vez cambia de nombre y se llama 'La redacción de Diario de', pues también muestra la preparación, el seguimiento y la investigación de cada uno de los casos. Además, los protagonistas de cada denuncia investigada se sientan a charlar con Milá.

El primer programa arrancó el pasado sábado, en el País Vasco, donde la presentadora se reunió con expresos de ETA y víctimas del terrorismo para escenificar los denominados "encuentros restaurativos" entre ambos. En el estreno de la nueva temporada, la periodista tuvo que entrevistar a Josean Fernández, etarra condenado a casi 27 años de cárcel por asesinar a un empresario vinatero y en libertad desde 2005.

Esto le causó a Milá un dilema moral, pues en sus más de 40 años como periodista siempre se había negado a entrevistar a un etarra, según ella, aunque finalmente lo hizo, pues es uno de los pocos que ha pedido perdón por sus crímenes.  

Este programa parece una fórmula con la que Milá quiere lavar su imagen, pero lo hizo con escaso éxito, pues sólo consiguió un 4% de audiencia (382.000 espectadores). Y es que la periodista volverá a ser la reina de la telebasura el próximo otoño, ya que presentará de nuevo 'Gran Hermano'.

Por otra parte, en el Foro Mundial de Televisión, se invitó a todos los países a impulsar eventos televisivos centrados en causas como la paz, el progreso económico y social, la seguridad y la coexistencia entre personas de las diversas culturas.

Sin embargo, la violencia, la cruda morbosidad y el sexo se han convertido en los pilares de muchos programas televisivos. La competitividad no se ha basado en una programación seria y responsable, sino en la atracción del público a través de contenidos banales y groseros, que están en la frontera de lo éticamente permisible. En la telebasura se busca el crecimiento de la audiencia a través de la provocación de los instintos, las pasiones y los bajos sentimientos del telespectador.

La telebasura vino de la mano de Gran Hermano, un "reality show" donde una tropa de participantes coexisten en una mansión, incomunicados y observándolos las 24 horas de cada jornada. Deberán superar las destituciones que la audiencia sentencie y así lograr la recompensa final. El bodrio televisivo lo fundó el neerlandés John de Mol.

El prototipo de 'Gran Hermano' apareció en 1997. Fue transmitido por primera vez en Holanda en el año 1999, siendo adaptado por más de 70 países. Había llegado la soez y vejatoria televisión basura. La desfachatez, la intromisión en la vida privada y la ironía déspota y patética han sido frecuentes. Este programa zanjó del menú la diversión. Las series acusadas de telebasura, son "un cáncer cuya metástasis, tiende a invadirlo todo".

Es necesario que se pongan los medios pertinentes ante la epidemia de vulgaridad y erotismo, que inunda la pequeña pantalla y que sólo consigue degradar al telespectador.

Asevero con vehemencia que la telebasura es un problema más grave que el del terrorismo o las drogas. La telebasura degrada al ser humano. Urge eliminar de las parrillas todas las series violentas, insolentes y eróticas, que pueden ofuscar a los chiquillos que, ante semejantes aberraciones, pueden terminar enmarañados.

Clemente Ferrer

clementeferrer3@gmail.com