De una pieza me he quedado al enterarme -con cierto retraso, como corresponde al gran periodista que soy- del comunicado del Arzobispado de Toledo sobre las apariciones marianas en Medjugorje. No nos engañemos, ha sido un comunicado extraordinariamente duro. Comienza hablando del "fenómeno" de Medjugorje, lo que ya proporciona alguna pista: al Arzobispado de Toledo no le gusta Medjugorje.

A continuación, entramos en el terreno de lo que podríamos llamar verdades inexactas, o, como resumirían los británicos, haciendo economías con la verdad. En tiempos de crisis yo prefiero hablar de verdades austeras. Verbigracia, que la manifestación de los obispos de la antigua Yugoslava sobre Medjugorje debe darse por definitiva, así como que la Congregación para la Doctrina de la Fe está estudiando algunas manifestaciones doctrinales o litúrgicas del asunto. No hombre no. En primer lugar, los que se opusieron frontalmente a Medjugorje fueron los obispos de Mostar, sobre todo el primero, cuando comenzaron las apariciones, allá por 1981. 

La Conferencia de obispos de Yugoslavia tampoco dio un dictamen definitivo, aunque pretendió salvar el juicio los dos prelados de Mostar para no desautorizarlos. Los que sí creían en Medjugorje, y por tanto andaban ligeramente molestos con los obispos renuentes de Mostar, eran Juan Pablo II y Benedicto XVI. Este último, tan respetuoso como aquel respecto a las competencias de los ordinarios del lugar de unas apariciones, sí que hizo algo extraordinario dentro del derecho canónico y de los usos de la iglesia: Benedicto XVI desautoriza a los obispos de Mostar (si no, ¿cómo lo interpretamos) y crea una Comisión, presidida por el cardenal Camilo Ruini, para analizar los "fenómenos" de Medjugorje.

La Comisión analiza el asunto durante más de dos años y termina sus trabajos. No lo digo yo sino el propio cardenal Ruini, quien aseguró, a comienzos de 2013, que estaban a punto de cerrar el estudio.

Y así, ¿por qué dijimos en Hispanidad que la Iglesia había aprobado Medjugorje

Pues porque nos consta que la gran mayoría de los miembros de esa Comisión son favorables a ratificar el carácter sobrenatural -en plata, verdadero- de las apariciones marianas a unos adolescentes, que ya no lo son, de una aldea bosnio-croata. Ahora bien, respecto a las manifestaciones extraordinarias, la Iglesia puede hacer tres cosas más.

Una. Puede decir que sí, que son sobrenaturales; puede decir que no, que son un fraude; puede decir que no sabe, no contesta, como ocurrió con la resolución del obispo de la Conferencia Episcopal de la antigua Yugoslavia. Y también puede optar por una cuarta posibilidad: no pronunciarse, dejar que siga siendo una cuestión de devoción privada. Esta cuarta posibilidad es bastante habitual en el caso de que las apariciones de la Virgen María continúen, pero en el presente caso el asunto resulta un tanto llamativo: caramba, las comisiones especiales se crean para elaborar un dictamen, no para no anularlo.

Sin embargo, miren por dónde, surge la famosa carta. Ojo al dato: es la carta el nuncio a los obispos norteamericanos, invocando el nombre del Prefecto para la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Müller, no sé si de apoyo a Iván, uno de los profetas (no me gusta lo de videntes) de Medjugorje, en un viaje por Estados Unidos. Curioso, porque Iván ha realizado viajes por todo lo largo y ancho de este mundo. En Buenos Aires, por ejemplo, le recibió un tal arzobispo Bergoglio, quien no puso ninguna pega, todo lo contrario, como ya hemos demostrado en Hispanidad. Pero esa carta no es el magisterio de la iglesia, ¿verdad

Pero el punto final es el más importante. Efectivamente, si no se puede participar en actos donde se den por ciertas las apariciones de Medjugorje, ¿qué hacemos con los millones de personas que acuden a Medjugorje porque sí creen en las apariciones ¿Y qué hacemos con los centenares de clérigos que acuden allí, confiesan allí, celebran la Eucaristía allí ¿Y qué hacemos con las decenas de miles de confesiones y conversiones allí celebradas ¿Son producto de una ficción

Es cierto que la Iglesia se toma tan en serio las herejías que cuando dictaminan sobre las mismas hasta los herejes se han olvidado ya de ellas. Pero eso sólo indica que la Iglesia se toma más en serio la herejía que los heresiarcas.

En cualquier caso, Pablo VI ya dejó clara cuál era su actitud ante las revelaciones privadas: una amplia autorización para que fieles y curas prescindan de ella o se acojan a las mismas. Sólo se le impone la norma, habitual en el trasiego inter-diócesis de los sacerdotes, de solicitar permiso al ordinario del lugar para celebrar la Eucaristía.

Por tanto, la credulidad en majaderos aspirantes a profetas es peligrosa, yo diría que el Obispado de Toledo cae en lo de Clive Lewis: correr con mangueras a las inundaciones y con barcazas de salvamento a los incendios. No creo que el problema del siglo XXI sea la obsesión milenarista sino, precisamente, su contrario: olvidar que el fin del mundo -y de nuevo vendrá con gloria- no es una opinión sino un dogma de fe, que repetimos cada vez que recitamos el Credo.

Además, el problema actual -otra vez manguera contra las inundaciones- no son los majaderos, sino los falsos profetas. Y éstos no tienen pinta de majaderos, sino de gente muy seria, muy formal y con tintes académicos. En el Parlamento hay un montón. Por contra, los profetas y videntes de Medjugorje y de otros lugares contestados, por no haberse la Iglesia dictaminado sobre ellos, suelen ser tipos de lo más discretos, empeñados en no ser conocidos por nadie.

Dos cosas más sobre Medjugorje:

1.- Por su frutos los conoceréis.

2.- ¿Toledo no queda muy lejos de Bosnia

En cualquier caso, ¿de verdad podemos censurar a Santa María

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com